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El desequilibrio entre las plazas de Infantil que se ofrecen en Andalucía y las que, finalmente, se ocupan demuestra cuál es la regresión demográfica, pero también el esfuerzo que aún hay que hacer para universalizar el primer ciclo de la educación. Este tramo, de cero a tres años, no es obligatorio, aunque organismos como Unicef recomiendan que se extienda a toda la población. Es un objetivo compartido con el Gobierno de la nación y con el de la Junta, ya que en la actualidad sólo se escolariza el 56% de los niños. El argumento de su extensión es que alivia el riesgo de pobreza infantil, disminuye otro tipo de diferencias y ayuda a evitar el abandono escolar. De hecho, es el coste económico lo que provoca que un porcentaje de la población aún no lleve a los niños a una edad tan temprana a los centros. Pesan más los precios que las reticencias culturales. A ello se une el declive demográfico. 35.000 plazas de las ofertadas se han quedado sin cubrir, todas ellas son públicas, aunque sólo unas pocas son del todo gratuitas. Este desequilibrio indica que la base poblacional se está agotando. La inmigración, en su mayor parte de países americanos, está sirviendo para cubrir la caída de los nacimientos, que en años pasados ha sido tan dramática que igualaba a la de los años posteriores a la Guerra Civil. Por eso, las proyecciones a medio plazo indican que tanto Andalucía como España entrarán en un ciclo de descenso demográfico, cuando se perderá población de modo global de una forma constante. Esta constituye la mayor amenaza del país, y no sólo porque supone la quiebra del sistema de pensiones, las pérdidas serían de todo tipo y no sólo económicas. De entre los países más avanzados, España y Japón son las más amenazadas. Como consuelo quizás sirva lo ocurrido en los países nórdicos, que fueron los primeros en sufrir estas caídas de los nacimientos para superarlas posteriormente.
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