Editorial
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La pandemia del coronavirus ha dejado trágicamente en evidencia el gran error que fue recortar en investigación científica durante la crisis económica que sucedió al cracde 2008. Cierto es que la Unión Europea obligó a España a realizar importantes ajustes en sus cuentas públicas, pero también lo es que se podían haber escogido otros ámbitos más superfluos en los que, como se suele decir, "meter la tijera". Sin embargo, tanto PP (entonces en el Gobierno central) como el PSOE (en la Junta de Andalucía) optaron por reducir drásticamente los fondos dedicados a los proyectos de investigación que se estaban realizando en las universidades e instituciones científicas. De poco sirvieron las voces de alarma que dieron algunos de los más reputados científicos del país y la mayoría de los medios de comunicación como éste, los gobernantes trataron la ciencia como un lujo prescindible y el resultado fue el que ahora conocemos: el desmantelamiento de equipos de gran valor y, sobre todo, el éxodo de centenares de jóvenes talentos a los que habíamos tardado años en formar, con el consiguiente coste económico. Como se ha dicho en más de una ocasión, España perdió toda una generación de científicos -algo que no se improvisa en dos días- que ahora costará mucho rescatar.
La brutal irrupción del Covid-19 en nuestras vidas ha demostrado que aquella fue una política suicida. No sólo porque, como se advirtió, era una necedad desprenderse de la mejor materia gris del país en la llamada "sociedad del conocimiento", sino también porque nos restaba eficacia en situaciones como la que ahora estamos viviendo. Afortunadamente, en España aún quedan muchos equipos de científicos sobre los que cimentar un renacimiento de la investigación, pero para ello hace falta una nueva mentalidad política que priorice la inversión en estas materias. También en el conjunto de la sociedad, que tendrá que aceptar que otros ámbitos no tan esenciales reciban menos fondos públicos. No hay que ser ingenuos. La crisis económica que se avecina va a colocar al Estado en una situación muy complicada, con un brutal aumento del gasto social y un descenso importante de la recaudación fiscal. Por tanto, es fundamental que tengamos muy claro a qué destinamos el dinero común. La ciencia, como el derecho de los ciudadanos a recibir una información veraz y plural, debe ser una de estas prioridades. El Covid-19 pasará, pero probablemente tengamos que afrontar otras pandemias en el futuro y, por supuesto, atender otras urgencias, como el cambio climático, que siguen estando ahí aunque las hayamos olvidado.
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