Tres años y tres meses

Tres años y tres meses después de que se hubiera declarado, la Organización Mundial de Salud (OMS) ha dado por terminada la emergencia sanitaria internacional por el Covid-19. El hecho de que la noticia haya pasado casi desapercibida refleja hasta qué punto la sociedad ya había dado la pandemia por amortizada y cómo hemos interiorizado que el virus se ha quedado a vivir entre nosotros provocando infecciones que, salvo casos cada vez más contados, cursan sin especial gravedad. También es perceptible en todo el mundo una especie de amnesia colectiva que busca dejar atrás los durísimos momentos que se vivieron en los primeros meses de contagios y muertes masivas y de consecuencias económicas y sociales que alteraron como nunca antes en la Historia la vida de miles de millones de personas en todo el mundo. Según cifras que la propia OMS estima como muy parciales, la pandemia ha dejado hasta ahora un balance de 765 millones de contagios y siete millones de fallecidos. Nunca se sabrá cuál ha sido el alcance real en víctimas de una pandemia que en pleno siglo XXI nos retrotrajo a lo más oscuro de las grandes pestes de la Edad Media. Pero a la hora de hacer un análisis del hecho más trascedente, junto con la crisis financiera de 2008, del primer cuarto de la centuria, hay que congratularse de una reacción mundial que en un tiempo relativamente breve puso cerco al virus y sus consecuencias. De los sistemas sanitarios colapsados y las muertes que se contaban por miles, con tragedias estremecedoras en las residencias de ancianos, pasamos en un plazo breve a las vacunas, que mostraron una alta eficacia desde el primer momento. De las economías paralizadas y las caídas nunca vistas de la producción se transitó a una recuperación vigorosa que se ha visto alterada por imprevistos como la guerra de Ucrania. Con la perspectiva que dan estos tres años largos se puede afirmar sin falsos triunfalismos que el virus fue derrotado con las armas del progreso científico y la inteligencia.