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Unicaja Banco es la quinta entidad financiera más importante de España y el principal referente económico con que cuenta Andalucía. El proceso hasta alcanzar esa posición no ha sido nada fácil. Sólo es necesaria una mirada atrás para ver las consecuencias del duro ajuste que ha sufrido el sector por la anterior crisis económica y la pésima gestión que se llevó a cabo en numerosas cajas de ahorro. En ese escenario, Unicaja ha sabido salir del envite fortalecida y posicionarse sin perder sus raíces de origen. Su estabilidad es fundamental para Andalucía. Y en nada ayuda el continuo ruido mediático y político al que asistimos desde hace meses. Es habitual que en un proceso de fusión como el acordado entre Unicaja Banco y Liberbank los encajes provoquen tensiones y luchas de poder, mal resueltas hasta el momento. Pero resulta ridículo que el debate sobre el futuro de un banco con un capital social de más de 660.000 millones de euros gire sobre el origen del DNI de los directivos que deben tomar las futuras decisiones. En el banco no existe un problema de solvencia y eso es fundamental para su situación actual y perspectivas de futuro. Si hubiera problemas de gobernanza en su principal accionista, que es la Fundación, las autoridades deben actuar y no dedicarse a realizar declaraciones que desestabilizan la institución, como ha hecho la vicepresidenta del Gobierno Nadia Calviño o ha insinuado el presidente de la Junta. El deber del Ejecutivo es ejercer sus competencias y evitar una trifulca pública que dañe una entidad tan sensible como un banco. La política es útil si ayuda a resolver problemas, no a amplificarlos. La Fundación, como principal accionista del banco, es la garante de que se cumplan sus estatutos. La sede social y el compromiso de Unicaja con Andalucía no están ni pueden estar nunca en juego. Unicaja Banco debe ser fuerte y andaluz, como lo es en la actualidad. Y debe quedar claro que éste es un principio irrenunciable.
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