El final de las mascarillas

El Ministerio de Sanidad y las comunidades han acordado un plan de transición ante el Covid que, a efectos reales, convertirá la pandemia en una endemia que precisaría por parte del Sistema Nacional de Salud de una respuesta similar a la que ahora se da en las temporadas de la gripe o por el virus respiratorio sincitial, los llamados resfriados. Si se cumplen las previsiones, dentro de un año el volumen de contagios se medirá estadísticamente con un muestreo de las infecciones en un número reducido de hospitales y centros de Atención Primaria de toda España. Para entonces, se espera que un sistema reforzado de vigilancia pueda atender los riesgos futuros para la salud de la población. En todo caso, la guardia no se bajará en los casos graves de Covid y la incidencia en los centros sociosanitarios. En lo que sí parecen coincidir todas las administraciones sanitarias es en intentar dejar atrás cuanto antes la difusión de ese goteo diario de contagios y muertes de estos dos últimos dos años. Es comprensible el cansancio de la sociedad ante el bombardeo de noticias sobre este virus y el estrés que soportan los sanitarios por la realización de pruebas para controlar la pandemia. Pero hay que ser cautelosos con los apagones informativos, aunque se anuncien graduales. El Covid todavía causa más de un centenar de muertos al día en España; casi una cuarta parte, en Andalucía. No existe el mismo acuerdo sobre la fecha para prescindir de las mascarillas en interiores, la última de las restricciones. Los cubrebocas se han demostrado efectivos en estos espacios. Y en este tiempo tampoco se han hecho esfuerzos por incentivar la mejora de la ventilación en locales y edificios de uso público, una medida necesaria contra la propagación de éste y otros virus. La ministra de Sanidad dice que el fin de las mascarillas está "cercano". Una buena noticia cuando la avale la ciencia. Sería deseable que ese esperado epílogo pudiera consensuarse y evitar la carrera por ser el primero en aplicarla.