Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
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Por situación geoestratégica, por razones históricas y por intereses comerciales las tensiones en el norte de África repercuten en España de manera especial. Lo volvemos a comprobar con la crisis abierta por Argelia tras el sorprendente y no explicado cambio de postura del Gobierno español en relación con el Sahara. Tan inexplicado ha quedado en las sucesivas comparecencias del presidente Pedro Sánchez y del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, que en círculos políticos y diplomáticos se especula con un posible chantaje del régimen de Rabat con la información robada por Pegasus del teléfono móvil del jefe del Gobierno. Sea por las razones que se hayan producido -no hay que perder de vista que Madrid lo que hizo fue seguir el camino que previamente habían trazado Washington y Berlín- lo cierto es que era previsible una fuerte reacción de Argelia, país que esel valedor de la independencia del antiguo Sahara español. Esa reacción se ha medido mal por parte de Albares, que ha metido a España en un problema grave que puede afectar al suministro de gas natural en una situación internacional en la que es prioritario blindar las fuentes de energía. Pero es que, además, España ha logrado escasas contraprestaciones de Marruecos,como demuestra las complicadas negociaciones para restablecer las aduanas comerciales en Ceuta y Melilla. Así las cosas, hay que concluir que España ha movido mal sus piezas en la complicada partida que se juega en el Mediterráneo y que lo que parecía un movimiento de realpolitik, asumiendo la realidad de que la antigua colonia es ya parte integrante de Marruecos, puede terminar volviéndose contra los intereses nacionales. El frente abierto por Argel con extraordinaria virulencia, es una mala noticia y crea un problema que habrá que solucionar con tiempo y mucha diplomacia. Lo sucedido estos días demuestra los problemas de España para permanecer neutral en conflictos enquistados que ocurren en sus propias puertas.
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