Las fronteras del disparate

La reforma urgente del reglamento del Congreso que ha presentado el PSOE, con firmas de Sumar, ERC, Bildu, PNV y el Bloque Nacionalista Galego para que se puedan utilizar las lenguas cooficiales a partir de la próxima sesión de la Cámara, en la que se votará el intento de investidura de Alberto Núñez Feijóo, constituye un símbolo claro de hasta qué punto asistimos a una degradación difícilmente comprensible de nuestra vida pública. Que unas personas que comparten una lengua común comprensible para la totalidad de ellas decidan emplear en la sede de la soberanía nacional idiomas que sólo se emplean y comprenden en una parte reducida de esa nación y por una parte reducida de su población da para muchas lecturas y todas conducen a la misma conclusión: en la política española se cruza cada vez con más facilidad las fronteras del disparate. Lo de menos es que a partir de ahora el Parlamento tenga que utilizar un sistema de traducción simultánea para que sus señorías entiendan lo que se dice en la tribuna, con el coste y las molestias que ello va sin duda a suponer. Lo trascedente es que otra vez se cede desde partidos estatales, como el PSOE, a pretensiones nacionalistas que no tienen más objetivo que cuestionar cualquier elemento que recuerde que España es nuestro ámbito de vida en común. La reforma del reglamento del Congreso no supone un fortalecimiento de las lenguas cooficiales de las comunidades que las poseen. Ni pretende eso. Sí es, en cambio, un desprecio a la lengua española como uno de los principales elementos de cohesión nacional. Se le podrá conceder a la cuestión más o menos importancia. Pero es necesario subrayar que esta medida, tan innecesaria como inútil a efectos prácticos, es un elemento más de un proceso en el que minorías nacionalistas, que representan muy poco en respaldo electoral, van logrando peso político e imponiendo su voluntad al conjunto del país gracias a la aritmética parlamentaria.