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El adjetivo histórico debe quedar en desuso al analizar los fenómenos en Andalucía ligados al clima. Uno tras otro se superan todos los registros negativos. Desde el aumento de temperaturas a la ausencia de lluvias, también ya en la primavera. El riesgo es normalizar estas informaciones hasta convertirlas en mera rutina sin mayor trascendencia. Para buscar un mes de abril tan caluroso como este último en España hay que remontarse a 1950. Y en numerosas poblaciones de la comunidad autónoma se superaron los 36 grados. A sumar que estamos ante el inicio de año más seco en las últimas cuatro décadas. Los 49 embalses de la cuenca del Guadalquivir, que representan más del 70% del territorio de la región, apenas han recibido un aporte de lluvias de 2 litros por metro cuadrado. Se agrava así un largo ciclo de falta de agua, tras el espejismo de las precipitaciones de diciembre. Y tampoco hay visos de un drástico cambio a corto plazo. Plan Hidrológico nacional, aprobado el inicial en 2001 y que aún arrastra obras pendientes. Provinciales, especiales de sequía, como los del Guadalquivir y Guadiana que el Estado mantiene ahora en revisión. De urgente abastecimiento, los decretos de la Junta para las cuencas Mediterráneas de su competencia. Los instrumentos normativos ya se conocen. La falta de voluntad política para transformar la teoría en nuevas infraestructuras, también. Estamos ante un problema con perjuicios económicos muy graves, de momento, para la agricultura y la ganadería. Pero Juanma Moreno ya admite la dificultad de garantizar el suministro en el interior. Un desafió que exige una respuesta mancomunada de las administraciones. Sin embargo asistimos a una contrarreloj que se limita a emplazar a septiembre el inicio de las restricciones si antes no llueve.
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