La pérdida de la centralidad

Editorial

El elevado nivel de coincidencia que mostraron el pasado viernes, durante un encuentro en Madrid, el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, y el del Gobierno de Castilla- La Mancha, Emiliano García-Page, demuestra que más allá de las siglas partidistas las políticas centristas y moderadas, que representan a una buena parte de la población española, están lejos de ser las aplicadas por el Ejecutivo de coalición que preside Pedro Sánchez y por el principal partido de la oposición. Ambos dirigentes autonómicos reivindicaron el bipartidismo que permitió a España estar alejada durante décadas de postulados extremistas. La ruptura de ese modelo en las elecciones generales de 2015, con la irrupción de Podemos y Ciudadanos, y la posterior aparición de Vox, hizo que la política española se escorara tanto a la izquierda radical como a la derecha extremista. La ruptura de lazos entre los dos partidos sistémicos condujo a que el PSOE encontrara solo apoyos en partidos situados a su izquierda y en los nacionalismos independentistas, mientras que el PP no ha tenido más asidero político que la extrema derecha de Vox. El resultado, como se puso de manifiesto en la reunión entre Moreno y García-Page, es que la política se ha polarizado y que el juego de alianzas hace que hoy la clave de la gobernabilidad de España la tenga un fugitivo de la Justicia que vive en el extranjero y que está pendiente de la aplicación de una amnistía que ha constituido un chantaje al Estado. También el PP, para seguir teniendo estabilidad en algunas de las comunidades que gobierna, se ha visto obligado a transigir con postulados radicales y xenófobos, impuestos por Vox, que están lejos de su ideario liberal y humanista, como se acaba de ver con la cuestión de los menores inmigrantes no acompañados. La pérdida de la centralidad es una de las circunstancias que más empobrecen la democracia española. Recuperarla es una tarea tan complicada como perentoria.

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