Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
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LAS últimas semanas han dejado claro que el turismo, lejos de huir definitivamente tras la pandemia, ha vuelto con fuerza. Esta no puede ser más que una gran noticia para Andalucía. Guste o no, la industria turística es uno de los principales motores de nuestra economía y empleo, por lo que su evolución siempre será de vital importancia para todos. Sin embargo, durante estos largos meses de pandemia, aunque sea a nuestro pesar, hemos redescubierto el placer de vivir en ciudades sin la presión turística: ausencia de ruidos y suciedad en los barrios más frecuentados por los foráneos, monumentos y parques históricos despejados para el paseo sosegado, precios más asequibles en el alquiler de la vivienda, etcétera. El turismo da riqueza y empleo (aunque con poco valor añadido), no hay duda, pero también genera tensiones que en algunos lugares, como Barcelona, incluso han llegado a provocar conflictos graves. Ahora se trata de que todos aprendamos las lecciones que nos ha dejado una pandemia que aún no ha finalizado. Son dos principalmente. La primera es que necesitamos el turismo para vivir. Sin esta industria y los beneficios económicos, hoy por hoy, Andalucía estaría condenada económicamente. La segunda es que hay evitar que el turismo se convierta en un obstáculo para la calidad de vida de las ciudades, que se degrade el espacio público. En este aspecto es de vital importancia apostar aún más por un turismo donde prime la calidad sobre la cantidad; el hotel sobre los apartamentos de alquiler; la cultura, el deporte y la gastronomía sobre el ocio nocturno... De esta manera evitaremos la degradación de nuestras ciudades, algunas veces convertidas en meros escenarios de donde se obliga al exilio a sus propios habitantes.
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