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Gaza, el nuevo Belén
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Finalmente, pese a estar previsto en la cita de la UE en Granada, no hubo encuentro entre los mandatarios de Armenia, Nikol Pashinián, y Azerbaiyán, Ilyam Aliyev, a fin de esbozar una paz creíble para Nagorno Karabaj. Se trata de un territorio autónomo y anómalo, de mayoría armenia, pero reconocido internacionalmente como parte integral de Azerbaiyán (cuatro resoluciones de la ONU lo avalan). Obedece a uno de los más sangrientos conflictos enquistado en el sur del Cáucaso y que ha enfrentado a cara de perro a armenios contra azerbaiyanos.
Armenia, custodio moral del enclave, nunca reconoció como república soberana a sus hermanos karabajíes (ellos la llaman la República Artasj). Pero como madre patria, Armenia siempre ha estado vinculada a este histórico lugar por una sentimentalidad nacionalista, alimentada por sus vestigios culturales cristianos y por la veta trágica que siempre ha aflorado en sus relaciones con turcos y azerbaiyanos (del llamado genocidio armenio de 1915 a los episódicos pogromos ocurridos desde Ereván a Bakú). Turquía y Azerbaiyán presumen ahora de ser un mismo pueblo con dos estados (Azerbaiyán es un país laico, de lengua túrquica, más cultural que religiosamente musulmán, a la vez que chií y no suní, a diferencia notable de los turcos, mucho más piadosos).
En Nagorno Karabaj no hay espacio para el pacifismo florido. Ambas etnias se odian con ancestral encono. Los azerbaiyanos llaman “bastardos” a los armenios. Los armenios llaman “turcos” con sumo desprecio a sus vecinos. Su historia forzosamente común, sin olvido de georgianos y rusos, está jalonada por matanzas mutuas a lo largo del siglo XX. El alto Karabaj debe su herencia de desastre al fin del espacio postsoviético (el georgiano Stalin había integrado con calzador este enclave de mayoría armenia dentro de la República Socialista de Azerbaiyán).
Con la disolución elefantiásica de la URSS, el alto Karabaj pidió su integración política en el nuevo estado de Armenia frente a Azerbaiyán. Sería el inicio de la llamada Primera Guerra de Karabaj (1991-1994). El conflicto (los lectores de cierta edad recordarán los combates en los telediarios de la época), acabó con victoria del ejército armenio, provocando de paso una limpieza étnica a gran escala contra la población azerí. Los azeríes, por ser musulmanes y hablar turco, reprochan a Occidente este olvido y denuncian, sobre todo a Francia, la condescendencia afín con la causa armenia.
Antes de los años 90 ya se habían producido violencias étnicas inauditas (incluso cuando la URSS daba su último pálpito bajo la perestroika). En Sumgait, a orillas del Caspio, se produjo en 1988 un brutal pogromo antiarmenio, al que le seguirá otra nueva matanza en la capital azerbaiyana, Bakú (1990). La violencia interétnica retrocedía al pasado, al terrible pogromo de Susha (1920), en pleno Nagorno Karabaj, cuando los azeríes exterminaron al vecino armenio. La victoria de Armenia en la Primera Guerra de los 90 propició el éxodo de 600.000 azeríes. La calamidad que arrastraron nunca fue olvidada por generaciones venideras. Al aficionado al fútbol le sonará el FK Qarabag, equipo ahora habitual en competiciones europeas. La entidad tuvo que abandonar Agdam, su sitiada ciudad en el Alto Karabaj, para huir y reinventar su destino humano y deportivo en Azerbaiyán. Hasta hoy.
Las tornas han cambiado radicalmente. Hace unos días, las tropas azerbaiyanas se hacían con el control total del territorio bronco y áspero de Nagorno Karabaj (significa “jardín negro”). Más de 100.000 armenios aterrados emprendieron el éxodo (sólo comparable en cantidad de desplazados a los de la guerra de Kosovo). La llamada Segunda Guerra de Karabaj (2020) afianzó en 44 días la venganza tardía de Azerbaiyán. Desde entonces, el poderoso ejército de Bakú, ayudado tecnológicamente por Israel y Turquía, ha ido estrechando el cerco hasta conseguir su objetivo: Nagorno Karabaj ya no existe como indómito enclave armenio. Afianzada por sus reservas de hidrocarburos, la boyante economía de Bakú, exteriorizada en sus altivos rascacielos, ha sido clave en la victoria.
Acudan a Google Maps. En el alto Karabaj confluyen la apolillada lógica colonial de Occidente y Rusia y el trazo fronterizo sobre frágiles enclaves (corredores de Lachín y Zingazur, la aislada zona azerí de Najicheván). Pashinián sí viajó a Granada, apadrinado por Macron, lo que disgustó a Aliyev y al turco Erdogan. Al parecer y vía la UE, armenios y azeríes se verán a finales de mes. Los conflictos locales no resueltos derivan a menudo en tragedias globales. Véase Ucrania.
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