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Se aloja la selección española de fútbol en el complejo Der Öschberghof, situado en Donaueschingen, en plena Selva Negra alemana, justo donde nace, a partir de las fuentes de los ríos Breg y Brigach, el brazo principal del Danubio. Al saberlo, me he acordado del inicio de El Danubio de Claudio Magris, obra canónica e inolvidable, que muestra el sedimento de civilizaciones que el gran río de Europa ha ido dejando a su paso con los siglos, discurriendo entre ribazos, ciudades, llanuras y estuarios, surcando fronteras de cultura mestiza y no tanto líneas delimitadoras de países.
Refiere Magris la porfía que mantuvieron las pequeñas ciudades de Donaueschingen y Furtwangen al querer atribuirse el auténtico nacimiento del Danubio dentro de sus lindes.“Hier enstpringt die Donae” (“Aquí nace el Danubio”), dice una placa en el parque de los Fürstenberg, en Donaueschingen. Cuenta Magris que en su día un doctor, llamado Ludwig Öhrlein, a fin de reivindicar Furtwangen como la cuna danubiana, hizo colocar otra placa, donde se leía que la del Breg –y no la del Brigach– es la fuente más lejana al delta del Mar Negro, con 2.888 kilómetros (48,5 kilómetros más que desde Donaueschingen). Se halla, precisamente, en una finca propiedad de Öhrlein, cerca de Furtwangen y no en el municipio rival. El pequeño río Breg sería, por tanto, el mismo Danubio y el otro pequeño brazo del Brigach su afluente.
Entre otros cacúmenes, las conjeturas sobre el verdadero nacimiento del Danubio ocuparon a Herodoto, Estrabón, César, Plinio, Ptolomeo, Séneca, Mela y Erastótenes. Ni que decir tiene que estas disquisiciones no preocuparán en absoluto a nuestros futbolistas en su retiro de Der Öschberghof. Y es preferible y sensato que así sea, pues no pedimos peras a los olmos.
El Danubio discurre casi en su totalidad por países que hoy pertenecen a la UE para mayor o menor fervor de sus respectivos nacionales, como se ha demostrado en las recientes elecciones (toda una Eurovisión de partidos, con el auge de la ultraderecha y donde no faltan los habituales refritos de frikis que suelen presentarse a estos comicios). El brazo danubiano ahorma a su paso el concepto hoy tan orillado de Mittleuropa. Atraviesa Alemania, Austria (“En Viena comienza Oriente”, se decía en tiempos del imperio otomano), Hungría, República Checa, Eslovaquia, Croacia, Serbia, Bulgaria y Rumania. Al desembocar en el Mar Negro se forma el gran delta del Danubio, entre la rumana Dobruja y parte de la provincia ucraniana de Odesa, a la que llega el rebumbio de la actual guerra contra Rusia.
A quienes nos gusta el fútbol, esta Eurocopa de Alemania nos brinda de añadido alguna que otra ebria ensoñación, donde historia, política y geografía otorgan su atractivo más allá de los datos puramente balompédicos respecto a cada una de la selecciones. La primera vez que contemplé el Danubio fue en Vukovar, ciudad situada en la Eslavonia croata y donde el río sirve de marca fluvial entre la propia Croacia y Serbia. Vukovar, donde aún hoy croatas y serbios minoritarios se excluyen mutuamente, es el símbolo del martirio de Croacia en su guerra de independencia de Yugoslavia (1991-1995). Uno nunca olvidará esta primera vez frente al Danubio, mientras leía, bajo la célebre torre del agua asomada al río, detalles del milagro que hizo posible que no fuera destruida a cañonazos (se erigió en icono de resistencia frente al ejército yugoslavo y proserbio de entonces).
Volví a toparme con el Danubio en la enigmática Belgrado, en su confluencia con el Sava. Lo contemplé abstraído desde la fortaleza turca de Kalamegdan, y luego, acompañado de un larguísimo paseo, en dirección hacia Zemun, con la Isla de la Gran Guerra a mi derecha, extraña y deshabitada, pero situada en mitad del Danubio, mientras yo iba en busca del ya demodé pero encantador Hotel Yugoslavia de la época de Tito.
Han pasado ya 30 años de la guerra de los Balcanes. El fútbol evade pero envenena. Las selecciones de Croacia (rival de España) y Serbia acuden a la Eurocopa con los ánimos nacionalistas de siempre (más aún por parte de generaciones nacidas tras el conflicto). En clave danubiana, aparte de la anfitriona Alemania, también participan en esta Eurocopa fluvial Eslovenia (menos competitiva que la croata o la serbia), Austria, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Bulgaria y Rumanía. La misma Ucrania también jugará la Eurocopa del Danubio. Lo hace entre la ilusión y el fragor de la guerra en el este, entre el temor a quedar olvidada por occidente y la insinuación, por parte de voces moral y académicamente autorizadas, de una posible Tercera Guerra Mundial.
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