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El Consejo de Ministros aprobó recientemente la declaración de zona catastrófica para Tenerife, tras los virulentos incendios de este verano que han arrasado más de 14.700 hectáreas en montes y montañas del Parque Nacional del Teide y en el entorno. Cuando escribo los incendios no estaban controlado y se prohibía el acceso de la gente a los montes afectados. Los efectos de las olas de calor unidos a negligencias y a la intencionalidad humana en muchos incendios provoca estos desastres que irán a más con la influencia del cambio climático. En Andalucá se han registrado más de 400 siniestros en lo que va de año, pero no ha habido grandes incendios. Recordamos con dolor, el incendio de Sierra Bermeja, Málaga, en 2021, con episodios de sexta generación muy virulentos, y el de Riotinto en 2004 que afectó a 30.000 hectáreas.
Con la salida del sol, el ferry inició la singladura entre Tenerife y el Puerto de Santa Cruz de la Palma, la isla bonita, o la isla corazón, como también se la designa. El Océano Atlántico llevaba unos días muy bravo y Aemet anunciaba lluvia. El barco se bamboleaba un poco. Mejor un asiento central hacia popa. Por fin llegamos al puerto de la Palma. Y de allí en bus Emilia, la guía, nos llevó a la Caldera del volcán Taburiente declarado en 1954 Parque Nacional. La lluvia nos acompañó observando la rica vegetación de pinos palmeros y numerosos castaños que han colonizado la isla constituyendo un problema para los conservacionistas, que no saben cómo parar la expansión. Visitamos Los Llanos de Aridane, 20.550 habitantes, la mayor población isleña (Santa Cruz, la capital, tiene 15.360); luego fuimos al bello puerto pesquero de Tazacorte. Más tarde visitamos la zona cero de las erupciones volcánicas que se iniciaron el 19 de setiembre de 2021, cerca de El Paraíso, municipio de El Paso. Las erupciones comenzaron en Cumbre Vieja y duraron 85 días, con más de 9.000 seísmos. El nuevo volcán creado recibe el nombre de Tajogaite. En 2021, 1.219 hectáreas fueron arrasadas por la lava, 7.000 personas desalojadas, 1.676 edificaciones afectadas y 73 kilómetros de carreteras dañados. Las continuas erupciones como vómitos del infierno arrojaron gases y cenizas a 8.000 metros de altitud. En los días de mayor actividad, la fuerza telúrica arrojaba magma, lava y pedruscos o roques que, fragmentados, navegaban por ríos de rojiza lava hacia la costa. La gente de Tazacorte, El Paso y Los Llanos vivió aterrorizada noches y noches, oyendo los estruendos y rugidos que salían del averno. Y lo peor fue no saber cuándo acabaría esa tragedia dantesca, que afortunadamente no se cobró la vida de ninguna persona, pero que ha dejado daños psicológicos en mucha gente. El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, acudió varias veces para mostrar su apoyo y aprobar medidas económicas y sociales. Hoy la lava ha ganado varias hectáreas al mar formando fajanas volcánicas. Fuimos a La Palma para de alguna forma recordar aquella tragedia y solidarizarnos con los isleños.
Alexander Von Humboldt (Berlín, 1769-1859), fue un gran científico y naturalista, y estuvo una semana en Tenerife en junio de 1799. En 2024 se cumplirán 250 años. En un reciente viaje a Tenerife y La Palma, mi esposa y yo nos alojamos en el hotel La Marquesa, en Puerto de la Cruz, donde estuvo en su día Humboldt, y antes, el explorador británico James Cook (1728-1779). Sentí emoción por esa feliz coincidencia. En el libro Alexander von Humboldt, su semana en Tenerife, 1799, de Alfred Gebauer se recoge el viaje de Humboldt en la Corbeta Pizarro desde La Coruña hasta las Canarias. El 19 de junio de 1799, “al acercarse a la rada de Santa Cruz, la niebla era espesa. Cuando levantó la bruma, el pico de Teide se mostró por encima de las nubes y los primeros rayos del sol iluminaron la cumbre del volcán”. El 21, la expedición de Humboldt salió desde la Orotava, la antigua Taoro de los guanches, hacia el Pico, a 3.718 metros. Humboldt escribió: “En el Pico de Tenerife la cresta que circunda el cráter es tan elevada que impediría llegar a la Caldera, si no hubiera un portillo formado por un derrame de lava por el que se accede al fondo del embudo. La mayor amplitud de la abertura es de 97 metros y la menor de 65 metros. El interior hace ver un volcán que desde hace miles de años ha vomitado sólo fuego por sus costados. Desde la cumbre se avistan La Palma, la Gomera y la Gran Canaria. Teníamos yertas las manos y la cara. Sentíamos abandonar ese lugar solitario en que la naturaleza se muestra en toda su majestad”. El 9 de junio de 1798, un año antes de llegar Humboldt, una erupción duró tres meses y seis días. Humboldt anota en su relación de viaje: “Dejamos Santa Cruz el 25 de junio y enderezamos nuestra ruta hacia la América meridional. Tras unos días en Tenerife, nos separamos de esa isla, como si la hubiésemos habitado durante mucho tiempo”.
En mis viajes, he subido al Etna y al Vesubio, y al volcán La Cumbre en la Isla de Isabela, en las Galápagos, en el Pacífico. He visto cráteres como el Ngorongoro, en Tanzania, habitado por los grandes animales salvajes, y varios de las islas de La Palma y Lanzarote. He subido en teleférico al pie del Mont Blanc (4.807 metros), y al Teide, el pico más alto de España con 3.718 metros; y he ascendido a pie y a caballo desde Trevélez hasta la cima del Mulhacén, la montaña más alta de la Península ibérica con 3.478 metros. Y en todas partes he visto, como vería Humboldt, la belleza salvaje y natural, que ahora ha quedado muy dañada por estos incendios en Tenerife.
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