La tribuna
Gaza, el nuevo Belén
La tribuna
En pocos lugares se tienen más encuentros con escritores que en la FIL Guadalajara, no en vano se trata de la más importante feria del libro en español, mucho más importante en actos culturales que la de Madrid, cuyo modelo no puede ser más diferente: si aquella es cerrada, en inmensos pabellones comunicados, esta se desarrolla en casetas dispuestas en un parque; si en la de Jalisco puede haber al mismo tiempo seis o siete presentaciones o mesas redondas que uno no querría perderse por nada del mundo, en la de la capital España hay simultáneamente treinta o cuarenta firmas que uno no desea sino esquivar.
Sobre el presidente de la FIL, Raúl Padilla, que puso fin a su vida hace unas semanas, se han dicho y escrito muchas cosas, no todas buenas. Sin embargo, hay que alabar su visión al decidir poner en marcha este acontecimiento editorial que ha ido creciendo y consolidándose hasta la pandemia que vino de China, como de esta provenían los retratos y tochos del jefe del partido que monopolizaban (no voy desde 2019, pero supongo que aún será igual) el parvo quiosco de propaganda del enorme país comunista. Muy por encima de esa quincalla estarán sin duda los libros que lleve a su pabellón España, nuevamente invitada de honor en 2024 (Andalucía lo fue hace diecisiete años).
Padilla daba un cóctel en su residencia particular casi todas las noches de la feria, al que acudían los principales invitados a la misma. Estaba la casa del anfitrión más o menos en el centro de la extensísima urbe que ha engullido pueblos de nombres tan bonitos como Tonalá, Tlaquepaque o Zapopan (el municipio en el que se asienta el recinto ferial). En aquel chalet se fortalecían amistades, se hacían otras nuevas, se repetía como un perico "mucho gusto", se platicaba y se bebía y se comía muy bien.
En una ocasión me fue presentada allí Cristina Rivera Garza. Si por aquel entonces era ya una de las grandes autoras de la literatura mexicana, hoy cinco años después ha confirmado su posición y su influencia. Una obra sólida y extensa avalada por premios importantes la sitúan en lo más alto del panorama mexicano, no importa que viva en Houston (al fin y al cabo, Texas es territorio arrancado a la Nueva España). La vinculación de Rivera Garza con la Feria es importante: dos veces (caso único) le ha sido concedido el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, reservado por la FIL a la mejor novela escrita por una mujer durante el año anterior y que en 2016 fue ganado por la andaluza Marina Perezagua. En 2022 obtuvo el no menos prestigioso Premio Xavier Villaurrutia por El invencible verano de Liliana, donde cuenta el asesinato de su hermana por el hombre del que esta era novia y al que quería dejar, en paradero desconocido desde entonces.
Yo acababa de leer su libro extraño, que no gustó a todos, sobre Juan Rulfo. Paradójicamente había caído en mis manos esa obra suya antes que las del escritor jalisciense, las cuales no abordé hasta meses después. Hoy tendría que releerla para hacerme una cabal idea de cómo funciona su diálogo con Rulfo, pero me gustó su carácter heterogéneo, cercano en muchos momento al poema en prosa. No es de extrañar, pues también ha publicado poesía (y cuento, y ensayo). Desconcertante, la singularidad de Había mucha neblina o humo o no sé qué (su largo título me recuerda a Ahora me rindo y eso es todo del también mexicano Álvaro Enrigue) es pareja a la de Pedro Páramo. ¿Puede haber elogio mayor? Con todo, y como es lógico, no alcanza al modelo, que es irrepetible.
Aquí Rivera Garza va varios pasos más allá de las reconstrucciones de vidas que ha convertido casi en un género propio Elena Poniatowska: es mayor el riesgo, y más intensa la implicación personal de la autora, quien al tiempo que escribe la vida de Rulfo (cómo tuvo que ganarse la vida, cómo tuvo que negociar con la sociedad) escribe la suya propia.
Recientemente ha sido elegida para el prestigioso Colegio Nacional, en México, y ha sido premiada por el conjunto de su carrera aquí en España, en Bilbao. También, el año pasado participó en un festival en Barcelona, donde se acepta la literatura en español siempre que no sea escrita en Cataluña, y ha impartido conferencias e intervenido en foros literarios en varias ciudades de nuestra tierra, como aquel organizado por la Fundación José Manuel Lara, del que ahora se cumplen dos décadas, en el que se vio por última vez en público a Roberto Bolaño.
Escribo Rivera Garza, sin el nombre de pila: al hacerlo así, también honro a su hermana.
También te puede interesar