León Lasa

Adiós, clase media, adiós

La tribuna

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Adiós, clase media, adiós

27 de septiembre 2024 - 03:05

Los treinta gloriosos. Históricamente, el concepto de clase media era algo prácticamente desconocido hasta, por así decirlo, hace unos cuantos decenios. Nos referimos a nivel no ya español, sino europeo, y, más ampliamente, Occidental. No había prácticamente clase media tal y como se ha entendido hasta hace muy poco. Era algo, si quieren, casi testimonial. Existían la clase alta, la nobleza, una burguesía testimonial, y el inmenso ejército de desarrapados, trabajadores, braceros y semi esclavos que apenas podían subsistir. Basta con leer alguna novela de Dickens, Balzac o ver una película histórica como Novecento para comprobarlo. Qué miseria, qué condiciones de vida, cuánta sordidez. No puede sorprender demasiado que, más allá de la Fe, se acudiera a esperanzas extraterrenales que ayudaran a sobrellevar ese peso y esa crudeza vital.

La mayoría de sociólogos y estudiosos varios sitúan, como fecha clave para la eclosión y pujanza de la clase media, en el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa (y el inicio de los años sesenta en España), periodo que abarcaría hasta finales de los años setenta, con las dos crisis petrolíferos de 1973 y 1979, provocadas por el embargo de los países productores a raíz de la Guerra del Yom Kipur que algunos –éramos niños– recordamos difusamente. Fue como despertarse de un dulce sueño que se creía que iba a durar para siempre. Las imágenes de las autopistas holandesas inundadas de paseantes y sin un solo coche se nos quedaron grabadas en la memoria. Esos años de bonanza económica y, sobre todo, social, esos años excepcionales se bautizaron en Francia como Los Treinta Gloriosos.

La guerra fría. Coincidió también ese periodo precisamente con el auge del modelo y logros soviéticos: los éxitos espaciales de los rusos (con Gagarin y la perrita Laika como estrellas del rock), sus detonaciones en Kazajistan y el medallero olímpico copado por atletas y gimnastas hieráticas como un trozo de hielo. En la retina, en el póster de la habitación adolescente, el impertérrito Valery Borzov, campeón de 100 y 200 metros lisos en Munich 72. El modelo comunista, en aquellas tres décadas, podía ejercer cierta seducción al otro lado del Telón. Y también cierta amenaza (las divisiones de tanques rojos estaban a minutos de conquistar Alemania, a horas de entrar en París) que era necesario contrarrestas.

Quizá por ello –no sabemos si fue una mera casualidad; o no– coinciden en el tiempo de manera milimétrica los años de gloria del modelo (y también de la amenaza) comunista con el auge, desarrollo y promoción de las clases medias europeas. La socialdemocracia –tan en boga entonces– postulaba mejoras permanentes en las condiciones de trabajo, de vida, en los salarios, de las viviendas; las manifestaciones de la izquierda no se centraban en vacuidades sino en esas demandas concretas y positivas. Hoy se enfocan hacia otros requerimientos completamente indoloros para el Capital: con gobiernos progresistas las bolsas encadenan máximos y los beneficios bancarios pulverizan objetivos (y dividendos). También lo hace la inaccesibilidad a la vivienda y la debilidad de los sueldos.

Adiós, clase media, adiós. Quizá sea mera casualidad. Pero el inicio de la desaparición de la clase media Occidental, europea por más señas, coincide precisamente con los primeros estertores del llamado paraíso comunista, con la muerte de Breznev, y la llegada al poder, poco después, del sobre valorado Gorbachov. Algunos sostienen –insisto en ello– que la caída de la amenaza soviética y del Muro coincide también con la eclosión de la globalización, la competitividad sin fronteras (ni reglas) y el comienzo del fin de esa clase media. No nos parece una teoría descabellada. Hablando crudamente: desaparecieron los motivos para mimar a la masa. Basta con apaciguarla. Hoy nuestros jóvenes pueden viajar a Madagascar una semana; pero jamás accederán a una vivienda o a un trabajo estable. Sus padres no salían de la provincia; pero tenían un piso en propiedad y, en ocasiones, un apartamento en la playa. Precarios for ever con móvil última generación.

La clase media disminuye en toda Europa; el sueño burgués se desvanece. Ya lo hemos señalado en otras ocasiones: el noventa por ciento de la población española gana menos de 1.700 euros mensuales, y de ellos. la mayoría no alcanza los 1.400 euros. Difícil, por no decir imposible, vivir y ahorrar y acometer la compra de una vivienda para gran parte de los menores de 40 años, el sueño y la piedra angular en España de aquella clase media en vías de extinción.

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