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Dice el desgastado tópico que quien tiene un amigo tiene un tesoro. Y bien cierto es, pues, como la salud, basta con perderlo para descubrir cuán achacoso y frágil es lo que creíamos recio. Y peor: la salud protege el cuerpo, pero la amistad nos cuida de la vida, y a ver qué cura el dolor por no contar ya con una presencia y una figura. Hay mucha gente que confunde al amigo con esa persona que da consejos. Nada más lejos de la amistad. Un verdadero amigo jamás aconseja. Acompaña, escucha, está pendiente, aunque no sepa ni quiera responder cuando le pides algo de luz. Te acompaña en el túnel. Si empieza a aconsejarte, malo. No es amigo. Es otra cosa. Quizá uno de estos tipos de consejero:
1.- Consegero. Le planteas tu problema al conocido, que tienes por amigo, y el consegero (con ge de ego) te cuenta algún episodio de su vida. Ahora que lo pienso, algo como eso que me estás contando, Zutanito, me pasó una vez que yo… Y ahí quien tenías por viejo amigo empieza a contarte una anécdota de su vida, que has oído mil veces, pero viene muy a colación con tu problema, aunque maldita sea la ilación que los une. El consegero todo lo lleva a su vida, es incapaz de ir más allá de su campo de visión, la vida entera gira en torno a él. Es un yomimeconmigo que, claro, no entiende más idioma que sus vivencias. Son su vara de medir. Tiene una capacidad inaudita para ajustarlo todo a ese patrón. Sólo que no todo encaja en su medida. Quizá la primera vez cuele, pero cuando una segunda acudes a él y vuelve por sus fueros, ya sabes que de nada valdrá cuanto te diga.
2.- Consejero poético. Quedas con una amiga y le cuentas que estás como loca con alguien que has conocido y no sabes qué hacer con tu vida, es decir, con quien ya ves como tu ex y tus hijos. Ella te acoge, es toda oídos, un vasto dominio para tu desahogo. Hasta que suelta, normalmente por escrito, vía móvil, y al rato de haberos despedido, lo que no dijo de viva voz: “En amor locura es lo sensato. Machado”. Te quedas mirando el móvil, convencida de que te está diciendo que te líes la manta a la cabeza y vivas esa locura. Pero como tienes otra amiga muy sensata, y algo reservada, le reenvías el mensaje, para corroborar que dice lo que tú estás entendiendo. Y esa amiga, tan reflexiva, te contesta, tras largo silencio, mucho después de haber leído tu mensaje: “Sí. Y también en amor cordura es lo sensato”. Te quedas pensando si también esto lo escribió Machado. Aunque al carajo Machado, ¿qué te está queriendo decir? Hasta dudas si teclear “amor”, “locura” y lo que surja en Google y pasarte la noche de poeta en poeta, descubriendo que locura/ bien querida/ no es herida/ sino cura, o que puede el amor morir de pura certidumbre/ como una hermosa y tácita costumbre, para acabar pensando que ninguna de tus amigas, tan poéticas, te van a servir de nada, que tal vez tengan un ego como el de los consegeros, sólo que vestido de poesía.
3.- Consejero fáunico. Y hay amigos poco refinados, a quienes casi nunca acudes con tus problemas porque todo lo resuelven con un corte por lo sano, una respuesta tan tajante como poco factible. Muy llanos, apegados a la tierra, parecen albergar un amigo Félix dentro y todo lo interpretan según patrones de la naturaleza. Le hablas de un problema en la oficina y, previa puesta de uno de sus brazos en tu hombro y retirada a una esquina o un lugar menos al paso, te pregunta si has visto alguna vez ese reportaje de una manada de ñus atravesando el río africano Mara, cuando el ñu más despistado o endeble, el que se queda atrás, es apresado por un cocodrilo. La pregunta, que es retórica, va acompañada del gesto de la mordida, la onomatopeya de la dentellada, tan real que notas cómo se clavan los colmillazos y, por un momento, se te encoge todo lo susceptible de encogerse en tu cuerpo, ya encogido por tu problema, y ves al pobre ñu desgarrado y a ti como un ñu, devorado por el tipo problemático de la oficina, incapaz de hacerle frente. Ese amigo campechano todo lo explica darwinianamente, lo lleva a la fauna y te hace ver que en el fondo no somos sino animales, regidos por leyes naturales, aunque nos creamos animales evolucionados, racionales. Esos que tú creías amigos y sólo son consejeros fáunicos se parecen bastante a los otros consejeros. Disimulan su ego, quizá no sean conscientes de él, pero llevarse tu problema a su terreno, nunca mejor dicho, es lo que hace el consegero llevándoselo a su vida y el consejero poético soltándote un verso o una cita literaria. Dar su consejo, quedarse en ellos, hablar de sí mismos, eso que un auténtico amigo jamás hace.
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