Fernando Castillo

Dos destinos muy diferentes

La tribuna

Los polacos fueron el objetivo de una política de aniquilación por motivos raciales y nacionales por parte de nazis y comunistas

Dos destinos muy diferentes
Dos destinos muy diferentes

13 de marzo 2022 - 01:38

Antes de finalizar la Guerra Civil española, un considerable contingente de partidarios de la República ya había emprendido el camino del exilio como una aventura individual. Fue en 1939 cuando a raíz de la victoria franquista esa corriente adquirió magnitudes considerables. Entre los cientos de miles de exiliados que llegaron a Francia y al norte de África había miembros de todos los grupos sociales y laborales, no siendo pequeño el número de profesionales liberales -médicos, abogados e ingenieros-, de profesores, funcionarios y militares, de periodistas, arquitectos, artistas y escritores. Como se ve, unos hombres y mujeres que integraban gran parte de la élite social y cultural española de la época. No es de extrañar que algunas de los gobiernos americanos, además de afinidad ideológica con la República, tuvieran interés en atraer a los integrantes de esos grupos conscientes de que su instalación en el país era una suerte de inversión para el futuro. Su llegada a México, Chile o Argentina fue en muchos aspectos un tácito do ut des que benefició tanto a los integrantes de la llamada España Peregrina como al país de acogida. Son numerosos los nombres, como muestran el monumental Diccionario biobibliográfico del exilio dirigido por Manuel Aznar o la reciente exposición comisariada por Juan Manuel Bonet, Exilio Republicano Español 1939, que se aprovecharon de las gestiones de Pablo Neruda o del cónsul mexicano Gilberto Bosques y de las facilidades otorgadas por los gobiernos respectivos para instalarse en el país. Aunque no se puede generalizar que la acogida fuera entusiasta, sí hubo, salvo excepciones como la República Dominicana, un ambiente favorable a los exiliados españoles en general y a estos grupos culturales en particular. Su aportación cultural y profesional fue notable, especialmente en países como México o Argentina, algo que siempre suelen buscar los anfitriones como demuestra la famosa lista elaborada por Varian Fry de artistas y escritores que salían de Marsella esquivando la ocupación nazi en dirección a Estados Unidos.

Muy distinto fue el destino de estos mismos grupos culturales y profesionales de Polonia, precisamente en los mismos días en que los españoles republicanos se dirigían al Nuevo Mundo. En septiembre de 1939, primero la Alemania nazi y luego la Rusia soviética invadieron Polinia. Nada mejor que la secuencia del puente con que comienza Katyn, la gran película de Andrzej Wajda, para describir la situación. Ocupada y dividida Polonia entre rusos al este y alemanes al oeste, sus habitantes quedaron atrapados en una pinza exterminadora. Los polacos fueron el objetivo de una política de aniquilación por motivos raciales y nacionales por parte de nazis y comunistas, uno de cuyos objetivos era llevar a cabo el descabezamiento cultural de esas sociedades. No es de extrañar que el primer objetivo de esta política asesina que los soviéticos ya habían aplicado años antes a la minoría polaca y ucraniana de su territorio, fueran los mismos que integraban las elites culturales y profesionales españolas que en el Oeste de Europa empezaban a zarpar en dirección a una hospitalaria América.

Aunque los rusos procuraron llevar en secreto sus operaciones contra los polacos, la aniquilación de gran parte de la intelligentsia polaca se conoce gracias aldescubrimiento de las fosas de Katyn por sus antiguos aliados al ocupar territorios de Bielorrusia tras la invasión de la URSS. Rápidamente, y a iniciativa del ministro de Propaganda Joseph Goebbels, Alemania difundió la noticia por todo el mundo organizando viajes y trayendo observadores de la Cruz Roja y de países neutrales. Sin embargo, los alemanes, que nunca se preocuparon de ocultar sus operaciones de exterminio, ya habían hecho lo propio con estos mismos grupos sociales polacos, sobre todo si eran judíos.

Los cuerpos apilados en fosas situadas en un bosque, hoy día en Rusia, entre Minsk y Smolensk, de más de veinte mil oficiales polacos -militares profesionales, entre ellos el padre de Andrzej Wajda, pero también ingenieros, médicos, abogados, artistas, profesores, funcionarios, escritores, periodistas…- revelan que el objetivo de quienes se habían repartido Polonia no era otro que acabar con la sociedad civil como método para acabar con el país. Mientras, los aliados occidentales, que sufrían los envites del poderío alemán en el desierto y el Atlántico, miraron hacia otra parte. Churchill y Roosevelt aceptaron las explicaciones de Stalin que señalaban a Alemania a pesar de las evidencias aportadas por los nazis a los periodistas que reunieron para mostrarles "el terror bolchevique", entre ellos Ernesto Giménez Caballero, quien escribió un folleto previsible. Por supuesto, ninguno de ellos fue autorizado a visitar los guetos de Varsovia o Lodz, donde los alemanes habían hecho lo propio con los mismos profesionales polacos que estaban en su territorio. Mientras tanto, por esas fechas, en México José Moreno Villa diseñaba el logotipo del Fondo de Cultura Económica.

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