Jose A. Merat León

El ingenio por lo ingenuo

La tribuna

Esta protesta era una oportunidad de oro para demostrar que, además de tener mucho criterio político, las nuevas generaciones podemos transmitirlo con creatividad

El ingenio por lo ingenuo
El ingenio por lo ingenuo / Rosell

26 de enero 2023 - 01:33

La condecoración que la Complutense le concedió a Isabel Díaz Ayuso como alumna ilustre es vergonzosa. Joaquín Goyache, rector de la universidad más importante de España, no anduvo fino haciéndole tamaño masaje a un político en activo que, además, está en campaña. O sí, depende. Si quería ensuciar el prestigio de la institución que dirige y patrocinar un mitin a Ayuso, lo ha conseguido.

Para la sorpresa de nadie, los alumnos de la Facultad de Ciencias de la Información mostraron su rechazo a la premiada. Pero ¿no había otra forma de hacerlo? Apuesto a que sí. En un lugar como la universidad, donde germina el futuro, la manifestación preferida por la comunidad estudiantil podría reciclarse un poco. Los boicots, cánticos de campamento revolucionario y otras estrategias manidas están demasiado vistas.

¿Existirá algún gremio con mayor número de testimonios sobre la honestidad, la vergüenza, la libertad o la política que el de los periodistas? Si la manifestación la hubieran convocado aparejadores -mis padres lo son-, gente de ADE -con el debido respeto- o de Matemáticas y Física, podría excusarse la nula creatividad con que protestaron. Se me ocurren mil y una maneras de demostrar que las nuevas generaciones de periodistas somos capaces de dejar en ridículo al mismísimo rector de nuestra universidad con elegancia y, más importante, contundencia. El ingenio por lo ingenuo.

Les confieso que tengo un vecino cuyo perro ladra todos los días a la misma hora. Antes me incordiaba, ahora es mi reloj natural. Isabel Díaz Ayuso, de personalidad arrogante y soberbia, disfrutaría con el pobre ingenio con que los estudiantes la rechazaron. Música para sus oídos.

Qué maravilloso hubiese sido llenar la Facultad de Periodismo de citas. Había chorrocientas candidatas: "Quien no se mueve, no siente sus cadenas", dijo Rosa Luxemburgo; "Si la libertad significara algo, será el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír" o "Periodismo es publicar lo que algunos no quieren que publiques. El resto es relaciones públicas", de Orwell; "La cuestión no es quién me lo va a permitir, sino quién me va detener", Ayn Rand; y "Las malas personas no pueden ser buenos periodistas", de Kapuscinski son algunas de ellas. Ayuso es periodista de carrera, recordemos. Y la Complutense le hizo entrega del galardón en el Día del Periodista. Habría sido precioso ver cómo la Complutense se llenaba de ejemplares de El emperador, donde Kapuscinski se ríe de un político trumpista y arribista como Ayuso: el emperador Haile Selassie de Etiopía. No sé, ideas.

También podrían haber echado mano de Almudena Ariza, Carlos Alsina, Juan Ramón Lucas, Mamen Mendizábal, Pepa Bueno o Pérez-Reverte, que estudiaron en esa casa. Entre esos nombres, más de uno y una ha criticado con dureza Díaz Ayuso.

Nosotros, los jóvenes, que hemos revolucionado el panorama mediático nacional cambiando los hábitos de consumo de información en nuestras propias casas, no podemos permitirnos replicar estrategias tan fáciles y, a la vista de los resultados, inservibles. En situaciones tan bochornosas como esta, solo gana ella.

Y cómo no secundar la protesta que hicieron los estudiantes, por supuesto que sí. Es inadmisible que una academia etiquete como ilustre a un político que se encuentra en plena carrera electoral y que, además, nunca ha calentado la silla de una redacción. Pero, si queremos convencernos de que somos capaces de grandes cosas, debemos sortear mejor estas trampas. Ya lo dijo Mark Twain: "Nunca discutas con un idiota, te rebajará a su nivel y te ganará por experiencia". Ahí va otra cita.

Elisa Lozano, la alumna con el mejor expediente de Comunicación Audiovisual en el pasado curso, ofreció un discurso en el mismo acto. Si bien estuvo soberbia al inicio de su intervención, mostrando su luto y su rechazo a tan lamentable acto político, destacando la labor de sus docentes, verdaderos ilustres y a quienes reconocía como culpables de la formación de las nuevas generaciones de comunicadores, se estropeó interpelando a quien no debía ser protagonista. Iba perfectamente encaminada.

Como periodistas jóvenes, tenemos el reto de recuperar a una parte de la sociedad que dejó de confiar en nuestro gremio a base de elegancia, ingenio y madurez. Esta protesta era una oportunidad de oro para demostrar que, además de tener mucho criterio político, las nuevas generaciones podemos transmitirlo con la creatividad y suficiencia que siempre falta en sede parlamentaria. Si no nos queremos a nosotros mismos, ¿quién lo hará?

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