El libro cancelado

La tribuna

12075187 2025-04-27
El libro cancelado

Lamentablemente el 23 de abril, día del libro, nadie me preguntó qué libro regalaría. Es costumbre de los medios preguntar a escritores por un libro que merezca ser regalado en San Jorge y, supongo que porque otros años que me preguntaron nunca respondí, ya dejaron de preguntarme. Justo este año que tenía una respuesta adecuada a la pregunta.

Vi las respuestas de muchos colegas en distintos medios. Unos aprovechaban la ocasión para apostar por gente nueva, lo que es encomiable; otros guardando la ropa y elegían algún clásico; otros tiraban de sano amiguismo. Pero ninguno recomendó el único libro que todos ellos deberían haber recomendado: El odio de Luisgé Martín.

Es verdad que el libro de Martín no iba a encontrarlo nadie en librería alguna, dado que su editorial decidió rescindir el contrato apagándose de manera escandalosa ante la presión de las redes sociales –una presión ejercida por gente que no había podido leer el libro–, y por lo tanto la recomendación sólo tendría un carácter simbólico. Pero es que lo simbólico –dado que eso somos fundamentalmente: animales enjaulados en una cárcel de símbolos– importa. Y era el momento de mostrar repulsa por la decisión de la editorial y complicidad con un autor que, a pesar de llevar treinta años publicando libros que han geografiado un mundo propio e inconfundible (en el que a veces, es verdad, hay que entrar con escafandra), ha tenido que aguantar en estas últimas semanas todo tipo de ataques, que se le llamara carroñero, que quisiera hacerse rico con el dolor ajeno, como si fuera un oportunista que vio negocio en un crimen que conmocionó al país (y sobre el que se hicieron documentales y programas de televisión sin que nadie solicitara censura, lo que puede que al fin y al cabo tenga que alegrarnos porque parece evidenciar que se mantiene la nobleza e importancia del objeto libro, como si este tuviera una carga mayor y más profunda que la cámara, lo cual no es sino fetichismo). Hubiera sido bonito ver en periódicos y revistas que todos los escritores consultados destacaban como volumen que merecía ser regalado un libro cancelado, o sea que el libro triunfador del Día del Libro hubiera sido un libro que no ha podido ser distribuido, que será triturado, que muchos libreros se negaron, antes de recibirlo, a aceptar. Hubiera sido un muy sintomático signo de la época que nos ha tocado vivir en la que las redes sociales han sustituido a la sociedad y en la que el nivel del debate público parece devolvernos a la caverna.

Como saben, El odio es una indagación en un crimen que nos dejó estupefactos: el de dos niños a los que su padre mató para castigar y condenar para los restos a su mujer, que había roto con él. Se ocupa de la versión del asesino: intrigado por la pregunta “¿qué lleva a alguien a tal monstruosidad?”, el autor se puso en contacto con el asesino encarcelado que se mostró encantado de colaborar para que se redactase la obra. Yo el libro no lo he leído (aunque estoy haciendo todo lo que está en mi mano por leerlo y puede que lo consiga) y no sé si es bueno, regular o malo. Estoy seguro de que estará bien escrito y será honesto porque he leído casi todos los libros del autor, al que vi en una entrevista televisada respondiendo a algunas preguntas que dejaban mucho que desear porque se formulaban de manera insólita juzgando, no el resultado literario, sino un error previo y formal (el autor no envió a la madre de los niños asesinados el manuscrito). Dejó claro el autor que no cabía en la concepción de su libro recabar, en el proceso de redacción, ni las impresiones ni los recuerdos de esa madre: naturalmente, cualquier acercamiento a la víctima hubiera echado por tierra su intención de tratar de averiguar qué llevó al asesino a cometer semejante atrocidad. También contó que el libro no satisfizo en absoluto al asesino, que se esperaba una hagiografía o más comprensión por parte del autor: se sintió engañado y disminuido, porque al parecer en el libro se le retrata como lo que es, un hombre vulgar, carente de encanto, hueco y banal. Para un narcisista consumado y vengativo, muy posiblemente no verse en el libro como se percibe a sí propio debió ser muy decepcionante. Pero es lo de menos.

Lo de más es que a los lectores, de momento, se nos ha negado la posibilidad de decidir por nosotros mismos si nos metemos en ese pantano o no, si nos compensa zambullirnos con Luisgé Martín en su apnea en pos de una, creo que imposible, comprensión de una monstruosidad cometida con el único afán de destruir a una mujer. En una sociedad adulta, lo suficientemente madura como para estar segura de sus propios mecanismos de defensa, no cabe ni la censura previa ni la cancelación de obras. La decisión de Anagrama, además de decepcionar por ponerse del lado de la policía moral, es muy peligrosa porque marca un camino: se le ha dicho a la horda que a partir de ahora, convenientemente orquestada, puede retirar de la circulación todo aquello que su dogmatismo considere inmoral, aun sin tomarse el trabajo de leerlo.

Queda otra ocasión, compañeros escritores: en diciembre, cuando os pregunten por el libro del año, que no os tiemble la voz al decir: El odio de Luisgé Martín.

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