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Con su muerte, Javier Marías no sólo dejó huérfanos a sus muchos lectores y algo desorientados a quienes empezábamos El País Semanal por la página final, y ahora raramente lo comenzamos por ella, o cualquier otra, sino que también dejó vacante la más alta magistratura del Reino de Redonda, reino ficticio nacido a partir del islote caribeño homónimo, cuya corona ciñeron literatos británicos y él asumió con humor y dedicación durante un cuarto de siglo. Marías, proclamado Xavier I, insufló vida al Reino, creando una “nobleza” con una cincuentena de escritores, cineastas e historiadores, de Juan Villoro a Beevor pasando por Coppola, como hicieran sus antecesores, e impulsando un premio que ganó prestigio, y se anticipó a algún Nobel, y costeando la editorial Reino de Redonda, que publicó una cuarentena de títulos donde la calidad del continente iguala la del contenido.
Hace unas semanas, dos periodistas desvelaron que Xavier I propuso al escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez como su sucesor. Julia Navarro, que poco antes del fallecimiento del Rey había entrado en su corte como Duquesa de los Navíos, confirmó en un artículo que, si bien no designado formalmente, sí la tanteó sobre Vásquez, en uno de esos paseos de jubilados, por edad y no por falta de actividad, en los que solían encontrarse. El susodicho se apresuró a desmentir que lo hubiera nombrado, aunque en el desmentido aludía a una dedicatoria de Marías de la que parecía deducirse de manera indirecta que sí lo hizo. Dos escritores maños, Daniel Gascón y José Luis Melero, han propuesto sendas opciones: el primero, más guasón que gascón, que se proclame al rey emérito Juan Carlos I; el segundo, barriendo para casa, al zaragozano César Pérez Gracia, crítico de calado de la obra mariesca y Conservador de los Reales Dibujos o Van den Wyngaerde en Redonda. Por último, hace días el periodista Jacinto Antón, Jefe del Cuerpo Expedicionario o Almásy en el Reino, ha desvelado que la viuda de Javier Marías le contó que Xavier I sopesó en algún momento nombrarlo su heredero, ante lo que expresa, con modestia y jocosidad, que su linaje literario no alcanza para tomar tal proposición en serio.
No dirá uno que la hora de Redonda se asemeje a la de España, tan dada casi siempre a agravar sus lastres, pero la corona sin testa del Reino va camino de ceñirla cualquiera, y a este paso surgirán más candidatos a la sucesión que miembros forman su corte y su ciudadanía. Como ciudadano de honor de dicho Reino desde año tan lejano como 1999, que si no haría mutis, me permito echar mi cuarto a espadas. Pensaba que sólo Duques o Duquesas podían suceder al Rey y la propuesta de Vásquez, Duque de Ruinas, parecía acertada. A su juventud, es el más joven de una corte cuya edad media se acerca a los ochenta, y no es cosa de nombrar monarca para dos días, y su condición de notable escritor une la de traductor, profesión tan querida por Marías. Si acaso le falta cierto sentido lúdico de la literatura, y sabido es el lema del Reino: Ride si sapis. Hay Duques algo menos envarados. Lo que no sabemos es si alguno podría, y querría, continuar la labor editora de Xavier I. Pero tras leer el artículo de Jacinto Antón, que propone a otros cargos, e incluso ciudadanos honorarios, las posibilidades crecen.
Aún no viejo y bien humorado es Benjamín Prado, Cónsul ante el Real Madrid o Netzer en el Reino. Aunque tal vez lo acabara convirtiendo en otra extensión de sus amiguetes, los García Montero&cía, de estomagante omnipresencia en la vida cultural española. Más joven que Vásquez es Lara Siscar. Y además mujer, un contrapeso para la Leonormanía tan en auge con la monarquía hispana. Su profesión televisiva daría un espaldarazo a Redonda y, al ser su consorte miembro conspicuo de la llamada “generación Negroni”, la repercusión de cuanto acaeciera en el Reino estaría asegurada. Pero es mera ciudadana honoraria, no es traductora y apenas ha publicado un par de novelas. Quizá, Juan Gabriel Vásquez aparte, un buen Rey sería Juan Bonilla, Cónsul en Jerez o Urbach. Sólo es seis años mayor que el colombiano. Traduce, del inglés, y está traducido a este idioma, el otro oficial del Reino. Su literatura es variada, y en ella el humor y el juego son parte esencial. Y es tan aficionado a los libros, también en tanto que objetos, como Marías (ya encontraría cómo financiar su línea de edición en la editorial Reino de Redonda). Además tiene un carácter huidizo, alejado de famas y cercanías, y un toque misterioso, rasgos compartidos con Xavier I, pese a falsas apariencias. Bonilla, el borgiano Urbach, sería un digno monarca para Redonda.
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