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Después de la Segunda Guerra Mundial, el mundo se dividió en dos: partidarios del Estado del Bienestar y defensores de la democracia y de la libertad y partidarios de la economía estatal y del centralismo democrático.
Se cayó el Muro de Berlín y el capitalismo derrotó al comunismo imperante en Rusia y en los Estados del este de Europa. EEUU se consolidó como el líder mundial de la democracia y de la libertad.
Sorprendentemente, de EEUU vino el primer asalto al Estado del Bienestar, a la democracia, al libre mercado, al Estado de Derecho. Fue en 2008 cuando se produjo el hundimiento de Lehman Brothers, provocando la mayor crisis económica en setenta años. El crecimiento se frenó, los salarios se desplomaron, el paro alcanzó cifras espeluznantes que dejaron a la intemperie a buena parte de los que entonces constituían la llamada clase media. Ante el desmoronamiento de la economía, China y su capitalismo de Estado sobresalieron para ejemplo de líderes que quisieron intervenir en las empresas al estilo de lo que fue el gobierno de Donad Trump en EEUU.
A pesar de los pesares, la democracia, el Estado de Derecho y el libre mercado resistieron. Los que iban en el ascensor se sorprendieron por el hecho de que ese ascensor, en lugar de subir, de ascender, empezó a bajar situando a la clase media en los límites de la clase inferior. Desde EEUU, una de las grandes potencias mundiales, se nos dio el primer aviso de que el sistema occidental tal y como lo conocíamos comenzaba a debilitarse. El modelo capitalista que salió triunfante de la guerra fría entraba en crisis y se alcanzaron las mayores cotas de desigualdad de la historia reciente entre ricos y pobres. Los sistemas financieros quebraron y las deudas de los países alcanzaron niveles insoportables para los estados que aspiraban a mantener las conquistas sociales que los derechos humanos exigían. Como ocurre en las peleas del boxeo, el golpe hizo tambalear el modelo, pero siguió en pie.
En 2019, la crisis no vino de EEUU como ocurrió con la crisis financiera de 2008. En esta ocasión, un bicho solo perceptible por sus efectos, procedente de China remachó lo que quedaba en pie del estado del Bienestar. Ni a soñar que se hubiera echado Carlos Marx podría haber imaginado que un virus, y no una revolución de proletarios, era el que iba a poner en cuestión el modo de producir y de consumir capitalista. Por si no era poco el destrozo que provocó la crisis financiera, la vírica desplomó aún más a una clase media que como la española (59% de la población) perdió peso a favor de la clase baja situando a España por detrás de sus socios europeos con clases medias más amplias: 70% en Suecia, 67% en Alemania, 68% en Francia o 61% en Italia. Mientras, los jóvenes y los trabajadores menos cualificados sufren una rebaja en sus salarios ya de por sí muy depauperados e inestables. El problema no es solo el salario bajo que perciben por hora trabajada sino las pocas horas que trabajan al mes. Aquí ya el modelo cayó en la lona y le contaron hasta seis. Volvió a levantarse aunque sangraba por la nariz.
Y para que la otra gran potencia no se quede atrás en este atentado contra el orden democrático y contra el bienestar, Rusia, de la mano de un remedo de presidente democrático, ataca a Ucrania con el objetivo de ir ampliando sus fronteras a los límites de la época zarista y estalinista. Según algunos analistas, nos situamos en un triple golpe a la economía mundial: inflación desbocada, menor crecimiento económico y mayor incertidumbre. "Cuanto mayor sea el conflicto, mayor será el impacto en el suministro mundial de energía", dijo Bill Adams, economista jefe de la consultora y banco de inversión Comerica.
Este conflicto podría durar mucho tiempo y hundir a la mayor parte de Europa en una recesión significativa. El deterioro económico es muy grave.
Las tres grandes potencias están arruinando la vida de millones de ciudadanos. No sé si se ponen de acuerdo para tener ejércitos de mano de obra a precios baratos y sociedades acomplejadas y dispuestas a conformarse con las migajas de lo que en Europa conocíamos como el Estado del Bienestar y la democracia liberal. Si no están de acuerdo, lo parece. Y lo que es peor: creo que nos están tomando el pelo, la vida y la libertad de millones de seres humanos. Solo falta que China impacte su temible gancho para que las clases medias, los sectores sociales más desprotegidos, la democracia y la libertad reciban el KO definitivo.
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