Jerez tiene un palomar de récord con 23.000 nidales
Curiosidades
Hoy en día, la tendencia es potenciar la recuperación y conservación de estas construcciones, retomando su producción como ejemplo de actividad alternativa respetuosa con el medio ambiente
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Cerca del monasterio de Sant Ramon de Portell, conocido como El Escorial de la Segarra, hay un pueblo muy pequeño con una torre de vigía que se llama Gospí y que tiene un palomar inmenso que está catalogado como patrimonio medieval. Sin embargo, pese a su valor está prácticamente en ruinas. Más próximo a tierras jerezanas, en Barbate, se encuentra el palomar más antiguo del mundo, una reliquia del siglo XVIII que, incluso, se puede visitar. La zona rural de Jerez, concretamente Rajamancera, conserva el Palomar de Zurita con 23.000 nidales, una cantidad de récord frente a los 7.700 que posee el Palomar de la Breña.
Hace ya una década, el Palomar de Zurita del siglo XIX, dedicado a la cría de pichones y palomas así como a la producción de abono con sus deposiciones, presentaba un estado preocupante, tal y como mencionaban los medios de comunicación locales. En su día debió gozar de reconocida fama siendo un elemento relevante en el paisaje de este rincón de la vega baja del Guadalete.
El de Zurita cuenta con superficie reducida de 200 metros cuadrados es de planta cuadrada, con una dimensión aproximada de catorce metros de lado en su exterior, y una altura en todos sus muros de seis metros. Los muros están construidos con las hornillas o vasijas cerámicas que sirven de nido a las palomas, unidas entre si por argamasa de arena y cal o yeso.
Importancia del palomar
En el pasad el palomar tradicional suponía una producción avícola alternativa de gran importancia para los pueblos de la España rural. Se convirtió en una fuente de proteína básica para la población, sustento para muchas familias y un aporte de ingresos extras. En ellos no sólo se criaban pichones para aprovechar su carne, del palomar se obtenía un abono orgánico, la palomina. Hoy en día se está recuperando su producción, como ejemplo de actividad alternativa respetuosa con el medio ambiente. Y, de paso, se asegura la conservación de estas construcciones históricas de gran valor. Afortunadamente, ahora "la moda" es esa: recuperarlos y potenciar su conservación.
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