El gran espectáculo de la pesca en los corrales de Chipiona en playas de película
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Descubre la herencia de la una cultura pescadora rural antigua en este municipio y que pocos han tenido el privilegio de contemplar
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Pocos entienden a priori la riqueza de los corrales de pesca. No pocas veces se infravaloran por aquellos que desconocen todo el potencial que poseen y lo que significa para la costa gaditana. En Chipiona forman un original conjunto histórico, cultural y paisajístico que es herencia de una cultura pescadora rural antigua, presumiblemente romana o árabe.
¿Qué son?
Cuando baja la marea pueden apreciarse estos recintos cercados por un muro de contorno redondeado, de piedras porosas de construcción artesanal, distribuidos a lo largo de nuestro litoral. Las piedras están unidas por una conglomeración marina, ostiones, algas, escaramujos o bellotas de mar que actúan como cemento natural.
Un corral se compone de una pared levantada con grandes piedras de la mar en la base y a los lados y rellena de cascotes y grava. La gran proliferación de ostiones, lapas y escaramujos que crecen sobre las piedras actúan a modo de ‘cemento natural’. El corral comunica con el mar a través de unos 30 o 40 caños o pasadizos de unos 50 centímetros de diámetro situados en la base de la pared.
Al bajar la marea, el agua forma lagunas entre las rocas y escolleras. Cada laguna es conocida por los pescadores con un curioso nombre alusivo a su situación o características peculiares: La Barreta, Los Hoyos, El Rincón, del Centro… Las lagunas de tierra se forman en las zonas altas quedan en bajamar completamente barridas o vacías.
Trampas y 'dueños'
Muy brevemente se puede decir que los corrales de pesca son trampas gigantes que funcionan con la marea. Cuando se vacían o escurren en la bajamar, se recoge la pesca.
Cada corral está a cargo de un catador, responsable de su mantenimiento y primera persona autorizada para entrar en él a pescar. Cercano al momento de la bajamar, el catador entra a pescar. Una vez que recoge, o marca las piezas que le interesan, entran los demás mariscadores, que capturan lo que el catador deja por detrás.
Cuando los mariscadores salen a pescar en el corral, dicen que van a la marea, o a echar la marea. Provistos de botas de vadear, la fija o el francajo, un bote de aceite de oliva para aclarar el agua y tener mejor visibilidad del fondo.
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