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La Macanita: Cante flamenco, sin más

La jerezana ofreció un recital íntimo en la Bienal de Flamenco de Sevilla

Su concierto discurrió por los estilos cortos, “esos que apenas se cantan hoy en día”

La Macanita, en un momento de su recital.
Juan Vergillos

26 de septiembre 2022 - 05:59

La Macanita ofreció un recital íntimo en el ciclo Gratia plena, concebido por los responsables de la Bienal como una exquisitez “cerrada para muchos”, ya que fueron más los que se quedaron con las ganas que los que entramos, debido a lo reducido del aforo.

No se trata solo del espacio, íntimo, muy limitado, también de las condiciones en las que se ofrece el recital, sin estridencia sonora alguna ya que no tiene megafonía. Un concierto que, según nos anunció su protagonista, iba a trascurrir por “los estilos cortos, esos que apenas se cantan hoy en día” y que son característicos de su cante y también del cante de su tierra.

Se inició la cosa con la guitarra sutil de Manuel Valencia que, por el camino de la soleá llegó a regiones muy sentimentales, como aperitivo para la malagueña del Mellizo, en su versión corta, como decíamos, a cargo de una de las voces más reconocibles de la historia del flamenco. La Macanita se apoya en el cante femenino de la segunda mitad del siglo XX, Fernanda de Utrera por soleá, La Paquera por bulerías, para ofrecer una visión muy personal de lo jondo derivada de su voz portentosa, plena de armónicos, de gracia, que es su seña de identidad y que escanció por tientos y tangos, soleá, seguiriyas y bulerías.

La Macanita es la rotundidad y la belleza tímbrica: una voz pletórica y llena de colores vivos, delicados. Manuel Valencia ofreció el clásico acompañamiento jerezano, con falsetas propias y otras que son ya patrimonio de la humanidad, con esa sensibilidad hacia el cante que lo caracteriza y que lo han convertido en uno de los tocaores más solicitados por los artistas de su tierra.

Para las palmas eligió a tres intérpretes que la conocen desde hace años y que se identifican plenamente con el arte de la cantaora, arropándola, meciéndola y espoleándola en su arte. Un recital, en fin, que discurrió por los caminos de la tradición jonda tal y como se entendía en la segunda mitad del siglo XX en Jerez, sin veleidades, sin cuplés, sin pataíta. Cante flamenco y nada más que cante flamenco, que es la seña de identidad de esta intérprete y lo que le ha dado un nombre en la historia de lo jondo. Grande La Macanita. Única.

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