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Urología
El cáncer de próstata es, actualmente, el tipo de cáncer más común entre los hombres. Su incidencia crece con la edad, y aunque la mayoría de los pacientes son diagnosticados en etapas avanzadas, los avances en diagnóstico y tratamiento están cambiando el panorama de esta enfermedad. El Dr. Juan Moreno, presidente de la Asociación Andaluza de Urología, explica que “aunque el cáncer de próstata es muy frecuente, no siempre es letal. De hecho, se estima que si hiciéramos autopsias a hombres mayores de 80 años, hasta el 70-80% podría presentar este tipo de cáncer, aunque no haya sido la causa de su muerte”. Esta sociedad científica celebró en Cádiz su congreso anual, donde se pusieron de manifiesto algunas claves que han permitido orientar un cambio de paradigma.
Uno de los grandes retos en la urología oncológica ha sido identificar cuáles cánceres requieren tratamiento y cuáles pueden ser vigilados sin intervención inmediata. Según el Dr. Moreno, “el reto actual es identificar los cánceres significativos, aquellos que sí necesitan tratamiento porque comprometen la vida del paciente”. Hasta hace relativamente poco, los urólogos recurrían a biopsias aleatorias para detectar el cáncer de próstata. Sin embargo, la resonancia magnética ha permitido aumentar la precisión y reducir intervenciones innecesarias.
Este avance ha permitido implementar un enfoque más conservador en ciertos casos. “Se operan menos cánceres insignificantes que antes, y el paciente puede optar por la vigilancia activa. Esto significa que ahora estamos tratando los cánceres más agresivos y permitimos que aquellos de menor riesgo permanezcan sin tratamiento quirúrgico”, explica.
El tratamiento del cáncer de próstata ha evolucionado en las últimas décadas, ofreciendo procedimientos menos invasivos y con una recuperación más rápida. “Hemos pasado de la cirugía abierta a la laparoscópica, y ahora utilizamos el robot quirúrgico, que permite realizar procedimientos con mayor precisión”, detalla el Dr. Moreno. La cirugía robótica, en particular, ha demostrado ser eficaz en reducir las complicaciones, como la incontinencia urinaria y la disfunción eréctil, que antes eran frecuentes tras una cirugía abierta. “La radioterapia también ha mejorado notablemente, permitiendo un enfoque más localizado que minimiza los daños en tejidos circundantes”, señala el experto. Además, el avance en técnicas de imagen, como el PET-PSMA, ha facilitado la detección de metástasis de forma precoz y con mayor precisión, lo cual es clave para determinar el tratamiento adecuado. “La detección de metástasis temprana ha extendido la esperanza de vida de los pacientes metastásicos, que antes apenas llegaban a 18 meses, y ahora pueden vivir entre seis y siete años”, apunta el especialista.
La medicina personalizada permite adaptar el tratamiento a las características genéticas y moleculares de cada paciente. La llegada de terapias hormonales ha sido un cambio radical en el abordaje de las formas metastásicas de la enfermedad. “Estos fármacos, conocidos como inhibidores de la vía del receptor de andrógenos, son menos invasivos y tienen un perfil de efectos secundarios más favorable que las terapias de quimioterapia clásica. Esto permite a los pacientes mantener una mejor calidad de vida mientras enfrentan la enfermedad. “Estas terapias no solo se enfocan en prolongar la vida, sino también en reducir el impacto del tratamiento en la calidad de vida del paciente”, subraya el Dr. Moreno.
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