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La enfermedad de Alzhéimer es uno de los males latentes más devastadores de nuestra sociedad. De hecho, sigue siendo el tipo de demencia más diagnosticada en todo el mundo, con grandes dificultades en el día a día de quienes la padecen. En cuanto a la investigación, hace tan solo unos días se descubrió una molécula que rejuvenece los cerebros envejecidos moléculaque rejuvenece los cerebros envejecidos y permite recuperar la memoria. Un hito que continúa en fase de ensayos en humanos y que podría servir para futuras dianas farmacológicas. Mientras tanto, se sabe que ciertos factores de estilo de vida pueden aumentar su riesgo de forma más significativa que otros. Según un nuevo estudio publicado en la revista JAMA Neurology, existirían tres factores en particular que aumentarían el riesgo de sufrir esta demencia.
Conforme ha avanzado la investigación en torno a esta enfermedad, se sabe que la lista de factores de riesgo ha ido cambiando con el paso de los años. En 2011, los estudios apuntaban a la falta de ejercicio, la depresión y el tabaquismo como principales factores. Más de una década después, otros factores se han posicionado como predictores de su padecimiento en el futuro: la obesidad, la falta de ejercicio,el bajo nivel educativo en la edad mediana y el aislamiento social.
Se calcula que alrededor del 37-40% de los casos de demencia en todo el mundo son atribuibles a estos factores de riesgo modificables. Esto implica que una parte significativa de las personas que acaban sufriendo la enfermedad podrían evitarla. Estos factores incluirían, además de los tres ya mencionados, una tensión arterial elevada, la diabetes, el consumo excesivo de alcohol o la pérdida de audición, entre otros.
En este estudio concreto, se analizaron datos médicos de 378.000 adultos estadounidenses que participaron en una encuesta anual de salud gubernamental. Una de los aspectos que sugiere es que estos tres "nuevos" factores no son iguales para todos, y varían según la raza y el origen étnico.
En los pacientes con demencia leve, se encontró una asociación positiva entre la obesidad y el volumen de materia gris alrededor de la unión temporoparietal derecha, lo que sugiere que la obesidad podría contribuir a la vulnerabilidad neuronal en individuos cognitivamente sanos y en aquellos con deterioro cognitivo.
Esto quiere decir que un peso por encima de lo saludable puede hacer que las neuronas sean más vulnerables y propensas a lesionarse. Por otra parte, el normopeso (peso saludable) parece ralentizar el avance de la demencia leve en comparación con la obesidad. Este factor en concreto fue el primer factor de riesgo entre adultos blancos, los de raza negra y nativos americanos.
La falta de ejercicio, por su parte, fue el principal factor de riesgo para los estadounidenses de origen asiático. Existen hoy en día una gran cantidad de estudios científicos que corroboran los peligros de no realizar ejercicio físico, así como de todos los efectos positivos de hacerlo. El cual mantenga nuestro metabolismo en perfecto estado, a la vez que mejora nuestras capacidades cognitivas.
Se encontró que ser sedentario, puede llevar a pacientes a tener las mismas probabilidades de desarrollar esta enfermedad como las personas cuyos genes les ponen en riesgo de Alzheimer. Esto quiere decir que ser inactivo podría anular del todo los efectos protectores de unos genes sanos.
Asimismo, el bajo nivel educativo fue el principal factor de riesgo modificable entre los hispanoamericanos. Tener un nivel educativo inferior a 8 años de escolaridad se asoció a una mayor incidencia de enfermedad de Alzheimer y otras demencias, siendo esta relación más intensa entre las mujeres que entre los varones.
Las personas con un nivel educativo bajo suelen tener estilos de vida menos saludables y más factores de riesgo cardiovascular, pero no está claro de qué manera afecta esto a la asociación entre educación y demencia. Otros expertos sugieren su relación con el poco entrenamiento de algunas áreas cerebrales, de la poca capacidad para retener información o de la reserva cognitiva de las personas con un mayor nivel educativo que posponen la manifestación clínica de la demencia.
De la misma forma que nuestra pertenencia a redes sociales amplias fue clave para el desarrollo del cerebro a lo largo de millones de años de evolución, el mantenimiento de vínculos interpersonales durante toda la vida es un factor determinante para mantener nuestra salud cerebral y cognitiva.
En este sentido, la soledad y el aislamiento social también guardan una estrecha relación con la salud mental. salud mental.Por ejemplo, existen evidencias que relacionan a estas dos categorías con el desarrollo de psicosis, síntomas depresivos, trastornos de la personalidad, abuso infantil, trastornos del sueño, suicidio, deterioro cognitivo, dificultades en el control de impulsos y más recientemente enfermedad de Alzheimer.
El contacto social es un factor protector que mejora la reserva cognitiva, mientras que el aislamiento social constituye un factor de riesgo para el desarrollo de demencia durante la adultez mayor. Los autores del reporte estiman que el 4% de todos los casos que reciben el diagnóstico de demencia cada año, tienen como principal factor de riesgo el aislamiento social.
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