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OPINIÓN / MUJER Y SALUD
A veces estamos tan enfrascadas en nuestros problemas que nos cuesta trabajo mirar más allá del propio contexto para hacernos una idea de la situación de las mujeres en el mundo. Tendemos a pensar que todas o la gran mayoría de las mujeres y niñas viven en las mismas circunstancias en las que nosotras vivimos, se enfrentan a problemas similares y disfrutan de los mismos derechos. Sin embargo, basta consultar algunas de las estadísticas que publican organismos internacionales para darnos cuenta de que, con esta mirada miope, estamos muy lejos de la realidad. Un ejemplo: según UNICEF, más de 230 millones de niñas y mujeres en el mundo sufren las consecuencias de la mutilación genital femenina.
Además, señalaba el informe, cada vez más niñas son sometidas a esta práctica a edades más tempranas, incluso antes de los cinco años de edad. Los datos son escalofriantes, si además tenemos en cuenta que, a pesar de los avances de la última década, todavía son demasiados los países en los que esta práctica está permitida, e incluso, alentada por los poderes oficiales. No deberíamos caer en la tentación de creer que este fenómeno no nos incumbe, que está muy lejos de nosotros, que no nos afecta. Nuestro mundo es cada vez más global y desgraciadamente también podemos toparnos con esta realidad en nuestro propio entorno: se calcula que en España hay más de 3600 niñas en riesgo de sufrir este tipo de mutilación. Los datos nos alertan de la enorme discriminación que aun sufren las mujeres en pleno siglo XXI, que atenta contra los derechos humanos y que nos debería interpelar a todas.
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODS), establecidos por la ONU para la Agenda 2030, incluyen en su objetivo número 5 “lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y las niñas”. Según la propia ONU, este objetivo se justifica porque las mujeres y las niñas representan la mitad de la población mundial y también, por tanto, la mitad de su potencial. Sin embargo, la desigualdad de género persiste hoy en todo el mundo y provoca el estancamiento del progreso social.
En sus metas más concretas el ODS 5 incluye, entre otras, poner fin a todas las formas de discriminación contra todas las mujeres y las niñas en el mundo; eliminar la violencia contra las mujeres y las niñas, incluidas la trata y la explotación sexual; eliminar prácticas nocivas como el matrimonio infantil y la mutilación genital femenina; reconocer y valorar los cuidados y el trabajo doméstico no remunerados; o asegurar el acceso universal a la salud sexual y reproductiva y los derechos reproductivos.
Aunque la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible fue aprobada por la Asamblea de Naciones Unidas en 2015 y suscrita por 193 países, los progresos en igualdad de género están siendo muy lentos. Según ONU-Mujeres, a día de hoy, ninguno de los indicadores del Objetivo 5 “ha alcanzado la meta ni se está en vías de alcanzarla”. Los datos son reveladores: a pesar del progreso en años recientes, el 54% de los países todavía carecen de leyes relativas a las áreas clave de la igualdad de género, incluidas aquellas referidas a la igualdad de derechos a la hora de contraer matrimonio o de iniciar un divorcio. Al ritmo de progreso actual, se tardarían 300 años para acabar con el matrimonio infantil o 286 años para eliminar las leyes discriminatorias. Casi la mitad de las mujeres casadas o en pareja no tienen poder de decisión sobre su salud y sus derechos sexuales y reproductivos.
El objetivo de igualdad de género es además transversal, ya que afecta al logro del resto de los 17 objetivos, incluido el ODS número 3 sobre salud. Como ejemplo, entre el año 2000 y 2020, la mortalidad materna disminuyó una tercera parte en todo el mundo, sin embargo, el progreso en la reducción de la mortalidad se ha detenido desde 2015 y existen enormes desigualdades entre regiones: las mujeres de África subsahariana experimentaron 130 veces más de probabilidades de morir por complicaciones durante el embarazo y el parto que las mujeres de Europa y América del Norte.
Esta situación coexiste con legislaciones restrictivas sobre aborto seguro en muchos países, precisamente de las regiones de África, Sudeste asiático y América Latina. Se sabe que, generalmente, la esperanza de vida en las mujeres es mayor que la de los hombres. Sin embargo, este no es un fenómeno homogéneo, mientras que en España la esperanza de vida al nacer de las mujeres es algo superior a los 85 años, el proyecto WomanStats muestra, mediante el mapeo de una serie de indicadores sobre la situación de las mujeres, que en muchos partes del mundo la esperanza de vida de ellas no supera los 60 años, e incluso está por debajo de los 55 años, con diferencias menores de 3 años respecto a los hombres. Estos países se sitúan precisamente en la región de África, donde también los progresos legislativos y sociales en igualdad de género (leyes contra la discriminación, frente a la violencia de género o contra la trata de personas con fines de explotación sexual, por ejemplo) son más lentos.
La consecución de la igualdad de género afecta también al logro de los demás ODS. Por ejemplo, al primer ODS de reducción de la pobreza: de continuar las tendencias actuales, más de 340 millones de mujeres y niñas vivirán todavía en la pobreza extrema de aquí a 2030. También al ODS 10 de reducción de las desigualdades: las mujeres tienen dos veces más probabilidades que los hombres de sufrir discriminación por razón del sexo o por su estado civil. O respecto al ODS 16 sobre la paz y la justicia (de triste actualidad en estos momentos): el número de mujeres y niñas que viven en contextos afectados por conflictos alcanzó los 614 millones en 2022, una cifra 50% más alta que la de 2017.
Resulta urgente actuar para acelerar los logros de la igualdad de género en el mundo y, por tanto, ayudar a conseguir una mejor salud de todas las niñas y mujeres de nuestro planeta. A nivel global, ONU-Mujeres propone algunas medidas como: desmantelar toda legislación discriminatoria y aprobar leyes y políticas robustas que promuevan la igualdad de género; abordar las causas fundamentales de la violencia de género; promover un reparto equitativo del trabajo doméstico y de cuidados; garantizar que las mujeres cumplan funciones de liderazgo y ocupen un lugar en los ámbitos de toma de decisiones; garantizar el acceso universal a la salud sexual y reproductiva y los derechos reproductivos o dar prioridad a las mujeres y niñas que enfrentan formas superpuestas de discriminación.
Los progresos son lentos, las resistencias potentes y cada vez más extendidas, pero como sociedad no podemos permitirnos comprometer el desarrollo sostenible global y limitar el disfrute pleno y real de los derechos humanos de la mitad de la población mundial. Y cada uno, cada una de nosotras, tenemos la responsabilidad de actuar en nuestro contexto para lograr los avances en igualdad que necesitamos.
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