Los muros defensivos de La Isla frente al mar
Informe sobre las vueltas de afuera de las salinas de San Fernando
El informe de los técnicos de Desarrollo Sostenible exponen la necesidad de rehabilitar las vueltas de afuera, reconstruyendo los muros y reforzando las escolleras
San Fernando/La subida del nivel del mar por el calentamiento del planeta supone uno de las mayores amenazas para el futuro de la ciudad de San Fernando. Los informes científicos alertan de la inundación de amplias zonas, que afectarían al entorno de marismas y salinas, al Parque Natural, pero también al espacio urbano. Barriadas como Bazán, La Almadraba y Buen Pastor, la zona de la Aguada de San Juan o La Magdalena, como meros ejemplos, desaparecerían, según estas previsiones. El reciente informe realizado por técnicos de Desarrollo Sostenible recoge datos de algunos de los estudios de los últimos años para argumentar la necesidad de intervención en las fincas salineras, como primera defensa del Dominio Público Marítimo Terrestre (DPMT) y de la propia ciudad, ante el estado de deterioro de las vueltas de afuera, los muros perimetrales de los esteros que los separan del mar o el caño.
"Unas vueltas de afuera suficientemente altas y resistentes se convierten en una auténtica barrera defensiva de la ciudad. Es imprescindible que estos muros perimetrales estén en buenas condiciones y sean capaces de impedir que los sobrepase el agua", defienden los técnicos que plantean el peor escenario ante la subida del nivel del mar, de un metro en 2100 y la posible desaparición del espacio anfibio y de parte de la ciudad.
Con este estudio se confirma la preocupación mostrada por los vecinos de La Almadraba por el peligro que amenazaba a sus viviendas y a la barriada en sí, y que tras el temporal EnmaEnma demandaron a las administraciones una intervención para reforzar estos cerramientos. El texto de los funcionarios municipales se hace eco de la inundación de terrenos aledaños a algunos barrios por el inesperado aumento del nivel de las mareas en esas circunstancias.
Hasta 12.590 metros de vueltas de afuera calculan los técnicos municipales que deben repararse para proteger tanto la actividad salinera y acuícola –que se desarrolla en algunos de los espacios salineros existentes en la ciudad– como la ciudad. Hasta 25 salinas conservan las características propias de estos espacios marismeños transformados por la mano del hombre. De ellas solo una se mantiene fiel a la producción de sal, la Salina San Vicente. Otra, el Estanquillo, se prepara para volver a esta actividad. El preengorde de especies marinas y el cultivo en extensivo centran la propuesta de la explotación de varias salinas, como San Juan Bautista, Los Ángeles de San Cayetano o San Salvador.
Con actividad o no, hasta nueve de estas fincas presentan un estado bastante deficiente que obliga, a juicio de los técnicos medioambientales, a su reconstrucción por parte de la Administración. Son las salinas San Vicente, San Juan Bautista, San Cayetano, Los Ángeles de San Cayetano, Belén y Ánimas, San Salvador, La Calavera, Santa Leocadia Este y San Adolfo y Sagrado Corazón. "Mientras estaban en explotaciones, las vueltas de afuera se reparaban todos los años. Al quedar abandonadas, el oleaje y las corrientes, la lluvia y el viento, han continuado erosionando los taludes de los muretes y los han desmantelado. Cuando se produce un socavón (tronera) y entra agua, su fuerza va ampliando la brecha", exponen en el informe municipal.
La función de las vueltas de afuera en una salina
Una salina es una marisma transformada por el hombre para extraer sal y de forma complementaria peces y mariscos. Para ello es necesario el control de la circulación y almacenaje del agua, que se introduce a través de una compuerta en el muro perimetral. La finca salinera cuenta con esteros, las zonas de captación y almacenaje del agua; la zona de evaporación, concentración salina del agua y decantación, unos canales conocidos como lucios, vueltas de retenida y vueltas de periquillo en las salinas tradicionales; y la zona de extracción de sal, que son los cristalizadores o tajos. En ese entramado las vueltas de afuera son los muros de cerramiento de la finca que las separan del mar o de un caño. Se construían con fangos, mientras que la parte exterior se reforzaba con una escollera en forma de talud de piedras de roca ostionera. La cobertura vegetal colonizaba los muros y completaba la protección contra la erosión. Estacas de madera o isletas de fango que absorbían el oleaje abundaban en esa protección. Era, destacan los técnicos municipales en su informe, un trabajo preciso y concienzudo.
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