El paso de misterio de la Flagelación

Tesoros de nuestra Semana Santa

El canasto de la hermandad de la calle Medina es obra de José Ovando Merino y forma parte de las grandes joyas de la Semana Santa por su antigüedad y clasicismo

El paso de misterio de la Flagelación
El paso de misterio de la Flagelación / Vanesa Lobo
Manuel Sotelino

16 de junio 2019 - 05:00

Jerez de la Frontera/Cada tarde del Miércoles Santo, desde la parroquia de San Juan Bautista de Los Descalzos sale un paso al que los cofrades gusta llamar como ‘barco’. Una auténtica maravilla que sostiene el misterio de la Sagrada Flagelación del Señor. La hermandad nació y se desarrolló durante los primeros años en la Catedral jerezana. Aquello ocurrió en el año 1928 y llevado a cabo por un grupo de cofrades que quisieron aportar a la Semana Santa jerezana el misterio de la Flagelación del Señor al encontrarse en el mayor templo jerezano una imagen de Cristo atado a la columna y cuya autoría corresponde al genovés Jácome Baccaro.

La Virgen llevaría la advocación de Amargura y tras unos años con una Dolorosa que también se encontraba en la antigua Colegial, años después fue sustituida por la actual que se encontraba en la iglesia de San Juan de los Caballeros. Una hermosura de imagen de María. Pero acudiendo al protagonista de este artículo que no es otro que el Señor Flagelado y su paso de misterio, habría que comenzar diciendo que en los primeros años de la década de los cuarenta fue la junta de gobierno quien aprueba la realización de un nuevo paso para el misterio de la cofradía. Con la ideas claras de lo que se quería hacer, la junta toma contacto con la sevillana del Desprecio de Herodes con la que había afectuoso acercamiento. Desde la corporación del ‘Silencio Blanco’ se cedieron los dibujos del diseño de su magnífico paso. Así que basándose en aquellos dibujos se empieza a tallar con las lógicas diferencias de calidad y terminación que se pueden observar entre uno y otro.

Fernando Contreras Cuenca fue, quizá por una promesa cumplida por parte del Señor, quien regaló las maderas nobles y los trabajos de carpintería. Tras pasar por el taller de Julio Domínguez, se decide por parte de la junta rescindir el contrato y llevar el proyecto hasta el taller del tallista José Ovando Merino. La huella quedó en dicho paso y aún se puede observar la parte que tallara Domínguez en el canasto en clara diferencia con la continuación de Ovando.

El paso sale por primera vez en el año 1944 sin terminar de tallar ni dorar y con los cuatro faroles del antiguo paso en las esquinas. Este misterio fue durante décadas el de mayores dimensiones al medir 2,37 de ancho y 5,48 metros de largo. Se trata de una obra de estilo rococó churrigueresco y está terminado en oro fino. Hasta el año 1992, el paso estaba alumbrado por unos candelabros realizados por Ovando que nunca llegaron a gustar en la hermandad. Fue en este año cuando se estrenaron los actuales, obra de Manuel Guzmán Bejarano y dorados por el jerezano Rodrigo Daza. El paso ha tenido escasas restauraciones. La más importante ha sido el redorado de sus respiraderos y del conjunto de sus cartelas que representan distintos momentos pasionales hace ahora más de cincuenta años. La actual junta de gobierno tiene en proyecto la restauración integral del paso en el buen acuerdo de mantener el actual por su clásica categoría.

Imágenes

Desde su origen, la hermandad sacaba un paso cargado por fuera por sus hermanos. Se componía de la imagen del Señor, dos sayones de muy deficiente factura realizados con cabezas y brazos encontrados en un viejo taller y de dos soldados romanos comprados a una hermandad sevillana, y que posteriormente pasaron al calvario del paso del Cristo del Amor. Dada lmala calidad del conjunto, la hermandad decide encargar un nuevo misterio y elige para ello a Ramón Chaveli, artista valenciano, entonces con taller en la jerezana plaza Mirabal, quien haciendo un buen estudio de la posible escena, realiza el grupo actual. El misterio lo componen dos soldados romanos despojados de sus armaduras que flagelan al Señor, la figura del lictor romano que contempla la escena, quizás contando el número de flagelos no concretados en el castigo romano, número ajeno al que ordenaba la ley judía de “cuarenta menos uno”. El personaje descansa su mano izquierda sobre las ‘fases’, símbolo de la justicia de Roma. Se completa la escena del martirio con dos legionarios romanos de elegante actitud. Sobre un asiento curial ya se expone el paño de púrpura, la corona de espinas y el cetro de caña para la inmediata burla de coronar al ‘rey de los judíos’.

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