Ancestral ejemplo de riqueza devocional
La Viga
La cofradía volvió a disfrutar del privilegio que le otorga su antigüedad y cerró el día sin miedo a la lluvia en la Carrera Oficial
LA Viga guardó anoche la compostura y el temor no se apoderó de sus cofrades, que vieron chispear, aguantaron y siguieron adelante por la Carrera Oficial. Al cierre de esta edición, la cofradía marchaba por las inmediaciones de la Catedral con tranquilidad. Como es sabido, el Lunes Santo en Jerez ejemplifica la riqueza imaginera que caracteriza a su Semana Santa. No en vano, contemplar al Cristo de la Viga supone recorrer muchos siglos en la historia del arte aplicada a la creación de imágenes de Cristo y de la Virgen. Es todo un lujo poder tener en las calles, en este siglo XXI, un crucificado de la talla del que se venera en la Catedral, por lo que cuando el tiempo no apunta a una estabilidad absoluta hay que pensárselo dos y tres veces antes de ponerlo en procesión. Esta circunstancia fue ayer, un año más, lo que en cierto modo marcó los previos de la salida de la cofradía.
La mañana estuvo marcada por el acto en el que la alcaldesa entregó a la Hermandad el bastón de mando de la ciudad. Acto seguido la hermandad, que ha sabido recuperar devociones ancestrales en advocaciones como la de su crucificado y la de la Virgen del Socorro, se puso manos a la obra. Decir Viga es decir Jerez. No en vano, son 402 años de copatronazgo los que contemplan a esta advocación.
Con ese espíritu al que le obligan estas realidades, la hermandad fue fiel a un estilo que ha venido depurando y adaptando con el paso de los años gracias al ímpetu de los buenos cofrades que han captado esa otra dimensión que debía adquirir la hermandad catedralicia por excelencia.
Pese a todo la Viga no pasa precisamente por sus mejores momentos, atravesando una crisis que ha desembocado en la imposición de una gestora que administra ahora a la corporación y que supuso la destitución de la junta de gobierno elegida por los hermanos. Son los accidentes que se interponen en el camino pero que no enturbiaron lo que para la cofradía fue un Lunes Santo precioso y en el que tuvo la oportunidad de volver a ser la última del día por la Carrera Oficial gracias a la venia que le concedió la Hermandad de Nuestra Señora de Amor y Sacrificio.
No es su salida un instante de muchedumbres como sucedió en otros puntos de la geografía cofrade del Lunes Santo, pero sí fue la oportunidad de paladear algunos de esos instantes dispuestos sólo para el deleite y para conservar como algunos de esos momentos exclusivos de cada Semana Santa.
El misterio -severo, oscuro y señalando la verticalidad que se dibuja en todo el conjunto del solemne paso desde abajo hasta arriba donde se llega el remate de la idealizada cruz de ébano del Señor- se vio todo enmarcado con la severidad de los hachones de cera. La belleza del cortejo, que sigue creciendo, gana muchos enteros gracias a la hechura de una túnica que siempre se ha calificado como la más bonita de Jerez: negros y púrpuras cardenalicios, inspirados seguramente por el entorno donde nació y creció la hermandad.
Y la Virgen del Socorro -esa imagen que dicen que antes fue de gloria y fue reconvertida en una de las más hermosas dolorosas- marchó en su palio con una repertorio musical que debía ser más acorde con su ser jerezano.
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