Belleza rota por siete cuchillos
las angustias
La hermandad de las Angustias puso su sello y sus formas adornando la parte más ascética del Domingo de Ramos jerezano
La hermandad de las Angustias volvió de nuevo a poner la parte más ascética de la tarde del Domingo de Ramos. Cofradía de negro y esparto para una jornada en la que esta venerable hermandad cierra las procesiones.
Unos minutos antes de las siete de la tarde, se abrían las puertas de la capilla del antiguo humilladero, lugar en la que los caballeros, antes de salir a batirse en armas cuando la ciudad era 'frontera', se encomendaban a la Santísima Virgen.
Jerez sigue manteniendo esa antiquísima tradición de velar por la devoción a la Virgen María. Cada Domingo de Ramos, la rampa colocada sobre los escalones de la capilla sirven para que el cortejo tome contacto con la plaza que lleva el nombre de la Dolorosa que está atravesada por siete cuchillos cuando su Hijo cae muerto en sus brazos.
Una cofradía con claras reminiscencias penitenciales. Con un sabor a cirio al cuadril. Un cortejo que, desde hace ya años, viene siendo uno de los mejor montados, de los más cofrades, con sus nazarenos 'pegaditos' unos a otros abrochándose como una piña. Un sólo cuerpo que antecede a la guapísima Virgen de las Angustias.
Bajó el paso de misterio que tallara Manuel Guzmán Bejarano para esta cofradía de negro y el sonido de la madera con el rachear de sus costaleros volvió a rememorar tantas Semanas Santas del pasado, cuando aquellos costaleros hermanos de la cofradía decidieron sacar a su Virgen a las órdenes del gran capataz jerezano Manuel Olmedo 'El Papi'. Una auténtica odisea que llevó a sus hermanos a llevar sobre sus hombros a la Madre de Dios allá por el año 1974.
Una vez vencida la bajada de la rampa, la cofradía comenzó su itinerario por las calles de Jerez. Una maravilla verla por calle Honda buscando la entrada en carrera oficial por la zona de Bizcocheros. Toda una delicia.
La vuelta
Tras su estación de penitencia en la Catedral, la cofradía volvió de nuevo a la antigua capilla ahora con la advocación de la Santísima Virgen. Una campana tañía a duelo a última hora de la noche, cuando la hermandad iba llegando a su casa.
Casi de puntillas, su magnífico cortejo de nazarenos de negro fueron entrando en la sede. Y el paso con la Virgen rendida de tanto dolor hizo lo propio hasta llegar al altar mayor.
Un año más, Jerez cumplía con su tradición en la tarde del Domingo de Ramos. Las Virgen de las Angustias llegaba de nuevo a su casa. No se entiende una jornada tan grande como la de los ramos sin esta gran cofradía. Lo mismo que tampoco se entendería que la rampa cumpliera con la tradición de esas pisadas racheadas en otro día que no fuera una de las más grandes de nuestra Semana Mayor: la del Domingo de Ramos.
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