Distinción carmelita por las calles
La Lanzada
La hermandad de la basílica del Carmen hace aún más grande el Jueves Santo con su corta pero pulcra estación de penitencia
SON las siete de la tarde cuando las inmediaciones de la plaza del Carmen son un hervidero de gente. Y no solo por el calor que disfrutó la jornada, sino por el fuego de fervores y devoción que desata la cofradía carmelita en el pueblo jerezano, que sabe que su salida desde la basílica es uno de los momentos más representativos de una buena jornada de Jueves Santo.
Una iconografía armoniosa, que representa el momento en que Longinos atraviesa el pecho de Cristo bajo la atenta mirada de María de Gracia y Esperanza, San Juan y María Magdalena. Momento que ensalza la majestuosa canastilla de Manuel Guzmán Bejarano y Manuel Calvo. Único paso que procesiona con la cofradía, a pesar de existir la imagen titular de Nuestra Señora del Buen Fin, que cada Jueves Santo queda en la basílica del Carmen Coronada esperando la oportunidad de salir bajo paso de palio.
Una hermandad que, además, sufrió en 1931 la profanación de la imagen del Crucificado, en el que aún se pueden observar los hachazos en los brazos a pesar de las restauraciones llevadas a cabo sobre la talla. Los estudios datan al titular de la cofradía carmelita en el siglo XVII, señalando cada vez con más intensidad a Francisco Camacho como autor de la misma.
Es fácil darse cuenta por qué los cofrades más arraigados se desviven por esta hermandad. El cortejo, formado por nazarenos con túnica de cola marrón carmelita con escapulario y antifaz de esclavina, portan uno de los altares de insignias más sobresaliente de la imaginería jerezana. Al salir desde la basílica, tienen el privilegio de contar entre sus filas con el conopeo y el tintinábulo.
Los nazarenos ya llegan a la plaza Plateros cuando el racheado de pies desde el fondo del Carmen Coronada anuncian la inminente salida de este icono del Jueves Santo. Bajo las órdenes de José Julio Navarro, alrededor de cuarenta hombres encaran la puerta de la basílica en busca de las calles de Jerez. Armonía en su carácter y formas que no es rota, en absoluto, por la banda Agripino Lozano de San Fernando. El hecho de llevar música la convierte en la única hermandad que lleva banda tras el misterio, uno de tantos privilegios estéticos que cuenta esta hermandad.
María se vuelve una jerezana más clavando sus ojos en Cristo mientras el paso baja por la rampa dispuesta a la puerta de la basílica carmelita en busca de la Carrera Oficial. La cofradía tiene uno de los recorridos más cortos, que no simples, de la Semana Santa jerezana. Sin grandes artificios, seria y elegante, la corporación pone camino hacia la Santa Iglesia Catedral bañando a la ciudad del estilo cofrade más distinguido. La basílica espera la llegada de Cristo a su sede, en uno de los momentos más bellos de la Semana a su vuelta por plaza Peones y Carpintería Baja.
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