Domingo de vida y calor para devolver a cada cofradía a su sitio
Semana Santa | Jerez 2022
La gran solemnidad de la Pascua de Resurrección se salda con altas temperatura, una procesión y cuatro traslados a los templos
Las imágenes del regreso de las hermandades de la Sed, Candelaria, Paz de Fátima y Clemencia

Finaliza la Semana Santa de 2022 con mucho calor y mucho cansancio. De tantas ganas que había de vivir los días santos con cofradías en las calles alguno se ha llevado un empacho y hasta se ha atragantado. Y ayer vagaba como alma en pena pensando en unos trescientos y pico días más de espera.
El calor agacha. Y los cofrades decían que si no hubiera sido por la vuelta a sus sedes de la Sed, la Candelaria, Fátima y la Clemencia, y la procesión del Resucitado, se hubieran ido a la playa.
La procesión del Resucitado salía con el calor puesto en todo lo alto. Cuatro y cuarto de la tarde. Se retrasaba en quince minutos. Cuando la cruz de guía asomaba por la plaza del Arenal el sol todavía se hacía valiente y los costaleros se resentían con faldones levantados. Cristo Resucitado aparecía en su paso en madera. Sin potencias. No sé sabe muy bien la razón cuando es la Gloria de Dios lo que se celebra. Los músicos de San Juan no perdían las ganas poniendo garra en cada soplido de las cornetas y daba calor solo verlos con las casacas y las gorras ajustadas. Antecedían al Señor representaciones de Santa Marta, El Amor, La Misión y Los Judíos. En el cortejo también había representación de la Buena Muerte que iban con traje, consejo local de la Unión de Hermandades, mujeres guapísimas vestidas de mantilla y, en el cortejo de la Virgen, representación de la Viga y de las Cinco Llagas.
Nazarenos blancos de la Sagrada Resurrección también, aunque no todos los que hubiéramos querido contar. El paso de la Virgen de la Luz llevaba un exorno de margaritas con orquídeas y la banda del Nazareno de Rota tocaba marchas por la calle Larga como si no hubiera un mañana.
Antes de que todo esto ocurriera, tras la Pontifical que tuvo lugar en la Catedral y que estuvo presidida por monseñor José Rico Pavés, fueron los traslados de vuelta de las hermandades refugiadas. La cofradía de la Sed fue la primera en salir. Cristo crucificado pero vivo. Cristo pide agua y lo hace en una jornada muy calurosa. Los muchos devotos que esperaban la salida del Señor debieron de saber lo que el Señor tuvo que sufrir en la cruz cuando le dieron en una esponja vinagre. Tomó su recorrido de vuelta natural y sobre las 16 horas la cofradía quedaba recogida en su templo sin perder un ápice de belleza.
Fátima salió a continuación. Tomó su camino de vuelta con los dos pasos. El obispo de la Diócesis alertaba a los costaleros en una emotiva primera ‘levantá’. Muchos hermanos acompañando a sus titulares que tuvieron que quedarse en la jornada del Lunes Santo. Y así con elegancia, como se sabe hacer por la Constancia, el Señor volvió a la parroquia junto a la guapa imagen del Refugio.
La Candelaria y Paco Yesa
Cuando el Señor de las Misericordias se acercaba a las inmediaciones del convento de San Francisco, Paco Yesa arengaba a sus costaleros. “Hace calor. Pero si no pudo con nosotros el diluvio del otro día, no creo que pueda con nosotros el calor. Hay que aguantar hasta la Porvera que allí me dicen que hace más fresquito por la sombra de las jacarandas”, apostillaba. Paco Yesa, maestro de capataces en la ciudad por su buen hacer y por su veteranía, continuaba afirmando que “yo estoy muy tranquilo. Porque sé que con ustedes cuando venga la fatiga no se va a notar”. Y a continuación les hablaba de ese “músculo de contracción involuntaria que todos llevamos dentro y que llamamos corazón. “Se puede mover un brazo por voluntad nuestra, pero el corazón se mueve sin que nosotros se lo digamos. Así que este es el músculo que hay que sacar cuando el palo apriete”.
La Madre de Dios y Reina de la Plata se levantó con nervio tras las palabras de Paco Yesa, y la Esperanza de San Francisco miraba de reojo… Había allí fuerza, que es lo único que se pide cuando se saca un paso, para hacer dos veces la carrera del Lunes Santo. Despedida de la Señora que ya es un poco más franciscana tras días en el convento. Antecedía el ‘Moreno de La Plata’ que iba en silencio y al que le esperaba la banda en la rotonda de los casinos. O eso le sopló al cronista algún bien informado cuando se notó la falta de la escuadra de tambores.
A las 15.30 horas la hermandad de la Clemencia salía desde la puerta trasera de la Escuela de San José. Aires de San Benito en una zona donde era complicado imaginar que algún día viéramos a estas imágenes. Pero así lo que querido el Señor. Allí quedaba refugiada la hermandad de la Clemencia tras las lluvias del Martes Santo cuando subía por Tornería. Misterio y palio. Como siempre andando de categoría. Con sus hermanos que estrenaban la que ahora podría ser una de las túnicas más elegantes y bonitas de la Semana santa con ese escapulario rojo de terciopelo. La Santísima Virgen de Salud y Esperanza bajo ese palio verde tan hermoso.

Con esas ‘levantás’ tan perfectas que parecía por un instante que todo estaba pensado y ensayado para que sucediera así. Un Domingo de Resurrección con la Clemencia paseándose intramuros. Destacar la falta del famoso olivo que tuvo que ser seccionado al no poder entrar por el arco de la escuela cuando buscaba refugio. En esta tarde de tanto calor hubiera sido apetecible envolver al portentoso Señor de la Clemencia bajo la sombra del árbol de la aceituna donde se fraguó la traición con un beso.
Y así, con mucho calor y agotamiento entre los cofrades, los tambores se apagaron y los pasos se recogieron cada uno ya en su templo. Se echó el telón de esta Semana Santa. Finalizó este tiempo de procesiones que da lugar a una octava de Pascua donde la Iglesia se recrea en la Vida Eterna prometida por Cristo. Todo esto ocurre mientras la melancolía recorre cada nervio del cofrade. Como cuando a uno se le eriza la piel cuando suena ‘Amarguras’, un Miércoles Santo, por la plaza de las Angustias.
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