Ejemplo cofradiero en rojo y negro
Los Judíos
La cofradía de San Mateo recupera su recorrido tradicional por Ronda del Caracol y calle Muro.
SAN Mateo debería ser ejemplo de otros barrios de la ciudad, de cómo unos vecinos se han desvivido por su templo y cómo la hermandad ha jugado un papel esencial. La hermandad de los Judíos es, por tanto, la cofradía a la que toda corporación de barrio debería aspirar. Así lo demuestra el número de nazarenos rojinegros que consuelan al Señor de las Penas y María del Desconsuelo por las calles de Jerez.
Estas mismas calles se visten de ríos rojos y negros desde primera hora de la tarde, llegados desde todos los puntos de Jerez y con una meta común, llegar a San Mateo a las cuatro de la tarde. El reloj no se para y el termómetro no da tregua. Frente al templo no cabe un alma y el Lorenzo consigue un hueco. Cualquier cosa es buena para tapar el sol. El público llega ya hasta la plaza del Mercado cuando las puertas del templo se abren.
La cofradía es protagonista de uno de los grandes cambios en la jornada de Martes Santo. En la ida hacia la Santa Iglesia Catedral, en vez de perderse por el bello y añejo entramado de las calles de San Mateo, vuelve a coger por su itinerario más tradicional por Ronda del Caracol para desembocar en Santiago desde la calle Muro. Esto ha causado cierto resquemor, y es que nunca llueve a gusto de todos, más aún más en un mundo donde los detalles pesan tanto como es el cofrade.
Este pensamiento se desvanece en el momento en que el inmenso paso de misterio salva los últimos metros que le separan de la calle. Salida al milímetro que los hombres de abajo sortean con una facilidad difícil de creer para el que presencia esta estampa. La agrupación musical de la Sentencia termina de rematar la escena. El paso de misterio lleva dos minutos en la calle y ya ha demostrado, un año más, que en las andas lo gana todo. Joaquín 'El Zambo', desde delante del misterio, canta una saeta estremecedora a pesar de un sol que no deja mirar el rezo del Señor de las Penas. Con las manos entrelazadas, pensante, dolido y con la cruz en los pies, busca otros rincones de Jerez sobre las que sentar cátedra cofradiera.
Minutos después llega Ella. No se puede poner un pero al marco que remata esta obra de arte, desde la última puntada del impresionante manto hasta la cruz con muelle que corona el frontal de las caídas de palio. El tiempo se detiene con María Santísima del Desconsuelo y su incesante y tricentenaria conversación con San Juan Evangelista. Nadie los quiere interrumpir, pero el clamor se vuelven gritos de olé, bonita y Reina. Tras el paso, la banda Enrique Galán de Rota marca el compás a unos costaleros y un capataz que mecen como nadie a la Patrona del barrio.
Mientras los presentes ven el desfilar inconfundible del Desconsuelo, San Mateo ya solo piensa en la vuelta. En el recogimiento de San Lucas, en las saetas de plaza Belén y en la maestría costalera que ofrece el trayecto de la calle Cabezas. Martes Santo se escribe con letras rojas y negras.
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