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"Aquí me tienes, Jerez"

Antonio Moure, durante el Pregón de Semana Santa del pasado Domingo de Pasión.

29 de marzo 2015 - 01:00

AQUÍ me tienes, Jerez. Rendido estoy a tus plantas.

Por ti, hoy el pregonero

se hace altar de la palabra.

Envuélveme en tu bandera

para que sienta la gracia

que Dios dejó por tus calles,

en tus templos y espadañas.

Dame el suspiro de fuego

que nació de tus entrañas

cuando creó tus fronteras

a golpes de yunque y fragua.

Y cuéntame las historias

que en las piedras del Alcázar

hablan de cantos muecines

y de oraciones cristianas.

Vísteme con las sonrisas

que pasean tus mañanas

y con el sueño despierto

de tus noches estrelladas.

Entrégame la emoción

que por el aire cabalga

herida de bronce y siglos

de siguiriyas gitanas.

Enséñame tus secretos,

desvélame tus fragancias

y báñame con tu nombre

los perfiles de mi heráldica

Aquí me tienes, Jerez,

mirándote cara a cara,

asomado a este balcón,

pisando las mismas tablas

donde romances y coplas

de pregoneros de talla

alumbraran la penumbra

de este patio de butacas.

Desde Cádiz Salvatierra

a Manuel de la Quintana...

De Manuel Lora Tamayo

a mi dulce Inmaculada

y de ella a un José Mari

que es Castaño sin castañas,

se hizo historia este pregón

que este Domingo te llama

para abrirle el corazón

al que anduvo por las aguas.

Historia cosida en verso

a ese Cristo que te aguarda

en las maderas del arte

como Enrique pregonara.

Que quiso ver a San Pedro

de mano de José Vargas

siendo 'El Mono' más hermoso

de los versos de Cañadas.

Esa historia que Durán

suspirara a la Esperanza,

y que en Montero Galvache

fuera la hiel más amarga

que bebiera la Amargura

a las puertas de su casa.

Historia que es de barqueros

de Guadaletes y playas

y de un Cristo moribundo

en los labios de Zarzana.

Historia que 'Toto' vio

entre torres y campanas,

eucarística y silente

en la voz de Paco Barra

y que Antonio dedicó

a la flamenca más guapa

y a ese manto rojo inmenso

de su Valle de las lágrimas.

Historia que es la de un joven

que por las monjas de Gracia

se comió una bolsa entera

de rosquillas y de pastas.

Mi admiración más profunda

para esas voces tan mágicas

que me enseñaron la esencia

de la Pasión jerezana.

Esa esencia que es un eco

de un lugar de la nostalgia

donde todo el año huele

a azahares y albahaca.

Donde los niños pasean

silbando marchas de bandas

mientras las madres descosen

dobladillos y añoranzas....

Esa que duerme en el brillo

de estandartes y de varas

que huele a tiempo y a cera

en las túnicas y capas.

Esa que rompe sus tercios

en saetas y plegarias

cuando pasa un cristo herido

de violetas y de malvas.

Esencia que va en la sangre,

que sufre bajo las andas

y que es arte en movimiento

entre varales de plata...

Aquí me tienes, Jerez

con un pellizco en el alma,

con un beso en carne viva,

como un rescoldo de brasas,

vengo a romperme los pulsos

y a partirme la garganta

pregonando la grandeza

de nuestra Semana Santa.

Pídeme lo que tú quieras

que hoy el tiempo no nos manda

y si tu quieres veremos

hasta el lucero del alba.

Aquí me tienes, Jerez.

Muerto de amor a tus plantas,

aquí está tu pregonero

cantándote en Villamarta.

Excmo. y Rvmo. Sr. Obispo, excma. Sra. Alcaldesa de Jerez, ilustrísimo Sr. Presidente del Consejo Directivo de la Unión de Hermandades, Sr. Asistente Eclesiástico de la Unión de Hermandades, querido hermano, mi presentador en el día de hoy. Cofrades de Jerez, señoras y señores.

Dicen que es de bien nacido ser agradecido. Yo me tengo por lo primero y, además, hoy tengo mucho que agradecer y a muchas personas. Así que vaya por delante mi gratitud sincera primeramente a la alcaldesa de Jerez por su presencia hoy con nosotros. Gracias alcaldesa.

Este agradecimiento lo hago extensivo a monseñor Mazuelos, nuestro obispo, por la confianza depositada en mí al dar el visto bueno a mi nombramiento. No obstante, apelo desde ya a su benevolencia para que, llegado el caso, no imponga a mi persona una penitencia demasiado severa por lo aquí pregonado.

Mi gratitud, no podía ser de otro modo, a la Unión de Hermandades, a su equipo directivo con su presidente, Pedro, a la cabeza. Gracias porque, una vez más, no os habéis doblegado al pensamiento único en vuestra toma de decisiones, ese que quiere hacer una Semana Santa al dictado de sus gustos desde la poltrona del egocentrismo y que, como casi siempre, coloca esta y otras determinaciones vuestras al borde del precipicio.

Este pregonero se presenta ante ustedes consciente de que proclamar por segunda vez la Semana Mayor jerezana además de un honor y un privilegio sin parangón es, sin duda, una clara excepción a la regla pero, eso sí, nunca un pecado como algunas voces arcanas y de ultratumba han postulado desde su elitista atalaya de pensamientos, obras y omisiones. Ayer y hoy mis palabras siguen limpias, mi gesto cordial y mis brazos abiertos aún cuando la hiel sigue rebosando por muchos tinteros para escribir mundos de sombras. Ni llevo cuentas del mal ni albergo revancha alguna, si acaso la venganza mía sea de manos tendidas y abrazos sinceros.

Como escribió Antonio Gala en uno de sus 'Sonetos de La Zubia'...

Para ser tan feliz como yo he sido,

besa la espina, tiembla ante la rosa,

bendice con el labio malherido,

juégate entero contra cualquier cosa.

Yo entero me jugué. Ya me he perdido.

Mira si mi venganza es generosa.

Si hoy estoy aquí, con la cruz de guía de mi querida hermandad de las Tres Caídas abrigando mis palabras, es porque así lo han querido las cofradías de Jerez. No me cabe la menor duda. De lo contrario, tened por seguro que estaría ahí con ustedes, al otro lado de este tul de oscuridades que nos separa y a la vez nos une, disfrutando de este acto extraordinario, como he hecho desde los 11 años y como seguiré haciendo hasta que Dios quiera.

Quisiera darle las gracias, como no, a mi mujer, a mi familia y amigos por su cariño y enviar un beso a mi padre que hoy nos sigue a través de la televisión. Te quiero papá.

A ti, Manolo, hermano mío qué te puedo decir que ya no sepas. Que en ti siempre me miré. Que he intentado siempre a lo largo de la vida que lo escrito sobre blanco obtuviera tu beneplácito por ser mi hermano mayor y el más cuajado de dones para estos menesteres. Sabes que te admiro y te respeto hermano mío por tus galones de primogénito y por el cariño en el que siempre acunaste la infancia y adolescencia de este que es el pequeño de la familia. Sólo tengo un sueño que espero que alguna vez cumplas para mí. Es el de vernos nuevamente junto a nuestro hermano Eugenio vistiendo la túnica de nuestra Hermandad, los tres como siempre hicimos con la emoción en los ojos, muda el habla, conmovidos ante la imagen de Nuestra Madre de los Dolores por la que sabes ha pasado y sigue pasando la historia de nuestra familia. Te quiero con el alma hermano y gracias por tus palabras.

El Pregón de la Semana Santa es, amén de otras muchas cosas, un precioso regalo que cuanto menos esperado, más hermoso resulta. Por eso, acotar este canto de vísperas con derechos adquiridos y méritos de atril, es algo que no merece la historia de este canto pasional y que sólo puede llevar a una frustración que no deseo a aquel o aquella que así lo piensa. Porque al fin y al cabo, como se ha dicho tantas veces y así lo creo, se es pregonero por la Gracia de Dios y no de los hombres...

Pregonero del mañana

hoy estás aquí conmigo

porque no soy tu enemigo

y es tu voz mi voz hermana.

No he mordido la manzana

de ninguna vanagloria.

Me he citado con la historia

porque así lo quiso Dios.

¡Anda ven, vamos los dos

a citarnos con su Gloria!

A esa misma Gloria, a ese estado de felicidad plena de quien es fiel a Dios, quiero también que me acompañéis hoy todos los que pasáis tribulación, los que sentís el desarraigo, los que descansáis vuestros años en los imposibles, los que pensáis que lo mejor hubiera sido no nacer, los que miráis a un horizonte que creéis que no os pertenece, los que dormís a la intemperie de los antojos, los que sentís la ausencia de un ser querido o los que tocáis con las manos la Esperanza de otros pero nunca la vuestra.

Muy cerquita de mí os quiero tener también a todos vosotros queridos amigos y compañeros de los medios de comunicación. No han sido años fáciles para nadie y mucho menos para el gremio. Hoy estáis todos en mi corazón y, especialmente, todos aquellos con los que he compartido hasta ahora 19 años de periodismo cofrade y, por supuesto, mis compañeros y hermanos de Onda Jerez siempre dando ejemplo de dignidad, vergüenza y amor a la profesión a lo largo de la dura travesía de incertidumbres que nos ha tocado vivir y que ahora parece toca a su fin. Para vosotros compañeros mi admiración y respeto y este pregón de la primera a la última palabra.

Hoy tampoco me olvido de Radio Popular, la radio donde recibí mi bautismo en las ondas de la mano de Andresito Cañadas. Corría la Cuaresma del año1996. Este año tras 46 años de emisión ininterrumpida uno de los emblemas indiscutibles de nuestra Semana Santa, el programa Carrera Oficial, se nos ha ido, sin apenas hacer ruido, dejando huérfana la onda media y las tardes y noches de la Cuaresma jerezana. Aunque estoy seguro que volverá, permítanme pedirles ahora un fuerte aplauso para el que es, sin duda, historia viva de nuestra Semana Mayor.

Pedro Cros, Oscar Torres, Gaby Álvarez, Joaquín Perea unidos a la vieja guardia, Manolo Doña, Eduardo Rinconada, Montero y compañía fueron parte de aquel equipo imposible de olvidar como tampoco olvido a los Galindo, Pepe Antonio González de la Peña o Cauqui en Radio Jerez, Pepe García en Onda Cero o Francis Castell, Manolo Jaén, Juan Carlos Sánchez, Antonio Montero, Antonio Rodríguez Liaño o Miguel Perea, entre otros muchos, durante mi etapa inicial de colaborador en Onda Jerez.

Ellos son y otros muchos como ellos sois, la voz, los escribanos, los notarios de la Pasión según Jerez y pregoneros con mayúsculas ...

Sois la luna de Nisán

de los que no ven la luna

y la Esperanza que acuna

el silencio del ruán.

Sois el dulce lubricán

de las tardes cuaresmales

y el bronce de los metales

de las tonás sin consuelo.

Sois la seda del pañuelo

de los que lloran sus males.

No descubro nada a nadie si digo que lo que uno es se forjó en el pasado. Y el pasado es nostalgia y la nostalgia en el cofrade es nostalgia y de las buenas, tanto que a veces es su sangre misma y hasta el aire que respira.

Conforme se acercan los días santos siempre vuelvo la vista atrás casi como una necesidad vital porque allí, en lo pretérito están mis raíces. Precisamente, en ellas encuentro un sitio para mí único que me enseñó lo que es el pellizco y la emoción, algo que hoy cuesta, a veces, más que las papeletas de sitio para familia numerosa. Muchas veces nos empeñamos en alejar las puertas que dan paso al corazón del corazón mismo, de suerte que ni las puertas son ya las mismas puertas ni el corazón es ya el mismo corazón. Vaya mi homenaje a aquel rincón tocado por la mano de Dios que cada Cuaresma me busca por la añoranza y siempre me encuentra con un verso como este en los labios ...

Hubo un lugar una vez...

con tanto duende y pellizco

que al llegar Semana Santa

hasta el mismo Jesucristo

soñaba llegar a él

entre claveles y lirios.

Hubo una vez un lugar

que fue puerta de un camino

de desplantes costaleros

y morenos paseíllos

como nunca antes lo vieron

-sol y sombra- en los tendidos.

Tuvo un lugar mi Jerez

¡Ay!, tuvo esta tierra un sitio

donde abril siempre era abril

en las caras de los niños

y en la estela interminable

de los palios de oro fino.

Puerta grande del cofrade

Olimpo del poderío,

mil oles iban al cielo

al tronar de los martillos.

Por la arista de sus tardes

girasoles malheridos

y en la cresta de sus noches

cien nisanes encendidos.

-Crucigrama de adoquines-

sobre aquel suelo bendito divino

cuatro rayitos de luz

unían siempre su sino.

Por San Pedro, Bizcocheros,

Honda del hondo martirio,

Naranjas de azul y blanco,

Larga, del largo destino.

Cuatro rayitos de amor

le daban lustre y tronío...

Hace tiempo hubo un lugar...

Lo dice el recuerdo mío,

que Dios revistió de gloria

para Gloria de su Hijo...

Allí las marchas sin fin,

Los corazones rendidos,

las chicotás por derecho

con y la sangre de los cirios

derramando sus tinieblas

con temblor de escalofrío.

Allí los "izquierda alante"

como nunca se han vivido.

Allí la voz de los grandes

los Olmedo, Sacrificio,

Juan y Diego Gorrión

y los pañuelos benditos

y el joven que dio renombre

con dignidad al oficio

de sentirse capataz

por los siglos de los siglos.

Hace tiempo hubo un lugar

lleno de duende y pellizco...

Lo dice la Albarizuela

con pasodobles taurinos

y la paz de golondrinas

del coronado de espinos.

Lo sentencia en la Plazuela

la Esperanza de unos hijos

que allí siempre la esperaron

entre aplausos y suspiros.

Así lo siente Las Viñas

y lo vivió Los Judíos

y El Consuelo mercedario

que atravesó aquel gentío...

Y el Cristo Rey lasaliano

y los Ramos del Domingo

y lo sabe el flagelado

y también lo sabe El Cristo.

Pero aquel tiempo pasó

y el lugar ya no es el mismo.

Lo vistieron de diamantes,

lo llenaron de palquillos

y la esencia de su cante

cayó al pozo del olvido.

Por eso, este blues de marzo

románticamente herido

que sueña volver a verte

repeinando mis sentidos.

Y aunque se que es imposible

porque es un canto al vacío,

hoy quiero gritar bien fuerte

con vosotros por testigos

que "Jerez tuvo un lugar

lleno de duende y pellizco,

ruleta del sentimiento,

redondel de los delirios..."

"Yo nunca lo olvidaré,

yo jamás te olvidaré

Rotonda de los Casinos".

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