Níveo destello cofrade en el Polígono
La Clemencia
La hermandad de San Benito vivió el Martes Santo siendo firme con su propio estilo personal y elegante.
EL brillo y la luz de la tarde lo inundaban todo, con avidez, chocando de frente sobre la puerta por donde sale la hermandad, anexa a la iglesia parroquial de San Benito. El polígono se echó a la calle en sentimientos y presencia para amparar a la hermandad en sus primeros pasos por el piso asfaltado de la barriada que se viste de Martes Santo. El brillo del sol colisionó contra el dorado del misterio provocando un delicioso deslumbre de oros sobre madera. Arriba, el olivo daba salvaguarda a la escena del beso de Judas, de la traición consentida y determinante para que la Pasión redentora fuera posible. Los níveos nazarenos también reflejaban los rayos solares en una estampa de vida pero radiando a la vez severa penitencia. Sigue creciendo, poco a poco, el cortejo de la hermandad. No debe ser fácil alentar la vocación nazarena, no solo por esta hermandad que tiene a su alrededor un amplio barrio, sino también en el resto de las hermandades. ¿Falta compromiso aunque sólo sea por los que se llaman cofrades que prefieren el palco o la medalla sobre el traje oscuro? Esto es Jerez.
El astro rey fue un referente necesario en la tarde en la que la Hermandad de La Clemencia dejaba su territorio para adentrarse en el centro con su estilo y formas que tanto gustan, que tanto han cuidado y que preservan como un valor fundamental para la corporación. No hace falta mencionar, por sabido, que el ímpetu costalero anida en esta hermandad desde prácticamente sus cercanos orígenes. La gente de abajo hace su trabajo con esmero y siempre andando de frente al ritmo que va marcando la cofradía: ni más ni menos, sin privilegios, gustándose lo necesario con una expresión costalera que ha calado hondo en el mundo de la gente de abajo por la cantidad de hombres que forman las dos cuadrillas largas que forman esta sección.
El paso, precioso y con mucha personalidad, está en consonancia con lo que la hermandad quiere en su definición en las calles, con un arreglo floral preciso para no tapar nada y sí dar el toque que perfecciona el conjunto. La perfecta simbiosis que han conseguido banda y costaleros eriza los sentimientos con los compases con pellizco que solo sabe sacar de sus instrumentos la agrupación musical de Los Gitanos de Sevilla, siempre fiel al Martes Santo jerezano por el polígono.
La hermandad es ya madura aunque no deja de tener esos detalles que señalan sus orígenes, de madres y padres apoyando a sus hijos en un proyecto cofrade en el que ahora, esos progenitores, ya creen y rezan; que ya tiene a sus 'mártires', los que han dejado su vida pegados a la hermandad. Esos que ya proclaman desde las alturas celestiales el valor de lo que no es efímero que quiere ser casi eterno, si el Señor de la Clemencia, por supuesto, así lo quiere.
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