La Pasión llega al ecuador derrochando arte a mares
Miércoles Santo
La jornada cofradiera con mayor número de hermandades en las calles de la ciudad gozó de todos los ingredientes para componer una sinfonía a la Semana Santa.
LA Semana Santa ya ha superado su Ecuador y empiezan a llegar las nostalgias de lo que pasó y de lo poco que queda, porque ahora todo se precipita de forma inexorable con la llegada del Viernes Santo. Pero quedó por vivir el gran Miércoles Santo, el día de más cofradías y el día de las devociones emblemáticas. Los horarios se cumplieron y no hubo apenas retrasos en Carrera Oficial. Pero sí una lentitud exasperante al paso de algunas cofradías. En general, buenos cortejos de nazarenos en un día de bellas túnicas. La música tras los pasos fue de muchos quilates, especialmente por cómo sonó la banda de Julián Cerdan de Sanlúcar. Los arreglos florales preciosos, llamando la atención especialmente el nuevo monte del paso del Amparo y la decoración de Consuelo, Dolores y Amargura, esta última por su clasicismo y en el resto por innovadores y atrevidos.
Soberbio el Soberano, que apunta ya a tal madurez que parece que han pasado mucho más de ocho años desde la primera Semana Santa en que llegó a la Catedral. El cortejo puso de manifiesto esta percepción, amplio y con una prestancia digna de elogio teniendo en cuenta que se echó a las calles a las dos y media de una tarde que quemaba del solazo que caía. El misterio fue andando a su estilo de paso largo para ganar terreno por las zonas más alejadas del centro, pero no en Carrera Oficial, donde llegó el momento de lucirse. Aun se mantiene viva en la memoria el 4 de abril de 2007 cuando entró por primera vez en el Palquillo con el himno nacional, entonces una sorpresa que guardaba con celo el recordado Pepe Antonio González de la Peña, el primer fiscal que tuvo el misterio.
Salvados los inconvenientes técnicos del pasado año con el palio, la Hermandad del Consuelo se pudo lucir y bien. Precioso e ideal el nuevo monte sobre el que fue el Señor de Amparo simulando un terreno pedregoso y rematado, bordeando el canasto, una enredadera de espinos. En flores, el palio se vio magnífico con orquídeas, calas blancas y colocadas con muy buen gusto. El cortejo, como es habitual, muy ordenado y disciplinado pero corto en su tramo de palio. Por lo demás, una hermandad excelente.
Santa Marta nos dio las dos versiones habituales en su configuración. El tramo de Cristo y el de palio. Acertado el nuevo manto que le vimos a la Virgen de Penas y Lagrimas, al igual que la corona de corte antiguo que llevó.
Las tres Caidas fue la misma de toda la vida con las clásicas estampas de una hermandad enmarcada en la devoción. Esa que se le profesa al Señor creado por Chaveli sobre el habitual monte tupido de clavel rojo. Detrás, el consabido acompañamiento de devotos, como cada Miércoles Santo, numerosisimo. Los Dolores, en su línea severa y elegante, con un arreglo de flores muy peculiar como es costumbre. Por fin oímos una 'Amarguras' bien tocada en la Rotonda de los Casinos a la Dolorosa de San Lucas. Las velas en la recogida, que eran de pago, ofrecieron en la recogida una imagen menos esplendorosa de lo esperado. Casi todo el mundo creía que eran gratis.
La Amargura fue poniendo el broche al Miércoles Santo con el señorío y elevado cofradierismo que derrocha esta hermandad de absoluta referencia en la ciudad. Los clásicos estereotipos de la cofradía de Los Descalzos se repitieron un año más con desenvoltura y respondiendo a los cánones de la corporación. Música de muy buen nivel en los pasos, numeroso cortejo, caminar costalero correcto. Y La Amargura, que iba preciosa en su palio vestida con enorme acierto rodeada de rosas y alelíes, esparciendo ese aroma tan característico de la Madre de Dios.
Numeroso fue el cortejo del Prendimiento. Ordenado en todo momento. La impronta de la cofradía de Santiago va con ella, en su propia genética, inherente a su ser. La escena del Señor prendido en el monte de los olivos evoca una Pasión mayúscula que en Jerez se interpreta de forma singular. El olivo, enorme, fue el gran símbolo añadido al misterio. Los oles constantes, saetas desde cualquier posición ya fuera a pie de calle o desde los balcones... Así pasó el Señor de Santiago, levantando la pasión y la expectación a su alrededor. Un detalle, al paso de este misterio el entorno de la Carrera Oficial se llenó por completo de los centenares de devotos que no dejaban ni a sol ni a sombra al Señor. Y detrás, El Desamparo, en su palio oro y rojo de enorme belleza, armónico y proporcionado en todas sus partes. Evidenció la urgencia de iniciar el arreglo de sus bordados. En ello está la hermandad.
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