Una aflicción de más de cuatro siglos

El Mayor Dolor

La hermandad de la dolorosa entre las dolorosas de Jerez da su característico sabor y personalidad al Jueves Santo.

Primer plano de las manos atadas del Señor del Ecce-Homo en la plaza de la Asunción después de su salida desde la parroquia de San Dionisio. Foto: Pascual
J.p. Lobato

03 de abril 2015 - 01:00

EL cierre de una jornada tan solemne como el Jueves Santo no es una tarea fácil, aunque el Mayor Dolor lo consiga sin despeinarse. El Día del Amor Fraterno sabe a atardecer, algo obligado por la Misa de los Santos Oficios, dotando a las hermandades de un carácter especial y de penumbra primaveral debido a las salidas más tardías de todas las que componen la Semana Santa.

Hablar de la Semana Mayor es hacerlo de todos los sentidos, la visión de una hermandad por la calle, el olor a azahar, el sonido de una caída de palio al chocar con un varal, la boca hecha agua con una banda que sabe tocar y el tacto para tratar ciertos temas que tienen algunas corporaciones. Todos estos requisitos los reúne la cofradía del Ecce-Homo. Desde su espectacular salida hacia la plaza de la Asunción entre naranjos hasta su pronta procesión por la calle Tornería, buque insignia de calles cofrades de Jerez. Con permiso del barrio del Carmen.

Original e único el paso de misterio que porta al Señor del Ecce-Homo junto a Pilatos y un sayón. Los dos señalan a la imagen resignada y dolida de Jesús, con una increíble expresión que ha sido este año cartel de la Semana Santa jerezana. Hablar de esta hermandad es hacerlo del siglo XVII, lo que la corona como quizás una de las corporaciones más antiguas que procesionan en la ciudad de Jerez, por lo que tiene el título de Prima inter omnes.

Atrás quedan ya esos años en los que la hermandad tuvo que salir desde la Santa Iglesia Catedral debido a la rehabilitación de San Dionisio. El pueblo espera paciente la salida del Ecce-Homo, agachándose, para un lado y otro, a ver si los naranjos prestan algo de visibilidad en el momento que llegan los ciriales, anunciadores de la llegada de Él, que cubre de gracia una copada plaza de la Asunción, antecedido por nazarenos blancos y morados que se tiñen de color negro a la llegada de la Virgen. La banda de San Juan de Jerez retumba en la plaza ante la salida del Señor del Ecce-Homo, que avanza sin cuartel en su paso de misterio color plata, denominada popularmente 'la tartita'.

Un dulce, desde luego, es ver por las calles a Nuestra Señora del Mayor Dolor. Talla de indescriptible valor del siglo XVII que tiene una expresión única en Jerez. Implorante al cielo, con el rostro roto por el dolor dirige con los brazos abiertos la mirada al cielo, entre las caídas de un inmejorable palio bordado por Juan Manuel Rodríguez Ojeda. Sobre su pecho, el puñal en representación de la mayor expresión del dolor materno. La Virgen, a su paso, quita el aliento.

Sin embargo, este monumento en movimiento de cada Jueves Santo está incompleto, pero por un bien mayor. El típico manto de salida de la Virgen, de una de las mayores larguras y valores estéticos e históricos de toda la Semana Santa, encargado también a Juan Manuel Rodríguez Ojeda, está restaurándose en el taller del reconocido Jesús Rosado.

Todas las miradas se dirigen a ella, sus manos intentan alcanzar su mirada de dolor, pero es imposible. La Virgen pasea su pena ante el monumental Cabildo Viejo, a pesar de algún contratiempo a la salida, ante la banda del Sol de Sevilla, uno de los estrenos más acertados de la jornada. Ya es de noche cuando este palio, uno de los mejores palios de Jerez, se pierde hacia Plateros y las calles Sedería y Chapinería esperan, engalanadas y con ganas, a la dolorosa más dolorosa de la Semana Santa de Jerez.

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