El arte de vestir a la Virgen (I)
MUCHO se ha publicado sobre la historia del arte efímero de vestir a las imágenes sagradas de la Virgen. Las primeras vestimentas se inspiraban en el prototipo impuesto por el lienzo atribuido tradicionalmente a San Lucas y que se venera en la Iglesia de Araceli de Roma, y que estaba compuesto de una sencilla toca monjil de la que tomaron referencia los pintores de la escuela flamenca a partir del siglo XV.
Ya a finales del siglo XVI, la Reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, encargó Gaspar de Becerra una imagen de candelero, que representara a la que se exhibía en un lienzo de la Virgen de la Soledad, que ella misma había traído desde la corte francesa. Una vez realizada por el imaginero, que usó la pintura como modelo, fue vestida por la Condesa viuda de Ureña, Camarera Mayor de la Reina, con un vestido suyo, y por eso las imágenes de la Virgen Dolorosa suelen vestir de negro, como la indumentaria típica de la corte de los Austria, reforzándose su aspecto doloroso con otros atributos entre los que destacan las dagas, los corazones traspasados de puñales y sudarios entre las manos.
Pocas innovaciones habrá hasta bien avanzado el siglo XIX, que es cuando comienzan a aparecer los arreglos de las imágenes tal y como se conciben hoy día y que están compuestas básicamente de saya, manto y tocado. La saya puede ser enteriza o dividida en falda, corpiño y mangas y se ciñe a la cintura con una cinturilla o cotilla que hace alusión a la maternidad virginal de María. El manto pretende representar el "manto de misericordia" o el amparo que los hijos buscan en la Madre. El tocado es una idealización del "schebisim" judío, que enmarca el rostro de las mujeres de Nazareth y que durante los siglos XVII y XVIII era bastante sencillo y elemental al que se añadió en torno a la mitad del siglo XIX un peto o pecherín postizo en el que se colocaban broches y collares felizmente recuperados últimamente, por ejemplo por César Díaz en la vestimenta de la Virgen del Traspaso.
La profusión de joyas colocadas a las imágenes de la Virgen no es algo nuevo tampoco, es un antiguo reconocimiento simbólico hacia María por su naturaleza de Reina Madre y Sagrario de Cristo.
En el último tercio del siglo XIX se irá sustituyendo el negro por otros colores iconográficos en relación con las advocaciones de la Virgen.
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