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Bendita sea tu pureza y tu hermosura

Cofradías

El día más esperado para los cofrades del barrio de Las Viñas fue un evidencia de elegancia cofrade

La Virgen de la Concepción a su paso este domingo por la plaza del Arenal. / Manuel Aranda
Manuel Sotelino

09 de diciembre 2019 - 00:01

Jerez de la Frontera/Nuevo sueño cumplido en el barrio de Las Viñas. Jerezano enclave donde se respira aura con sabor mariano cargado de pureza. La Reina del jerezano barrio volvió a reencontrarse con sus vecinos. “Espera, Jerez, espera”, parecía decir el barrio cuando el pasado día 1 la guapa dolorosa que labró Manuel Prieto saliera en el paso de la Hiniesta camino de la Catedral. Allí se consagró para la Santísima Virgen el mejor de los triduos que sus cofrades pudieron organizar. Ella, cargada de hermosura serena, parecía recordar aquel otro ocho de diciembre en el que don Juan del Río la coronaba de realeza. Por la mañana, don José Mazuelos Pérez presidía el pontifical. En su homilía recordaba que “no podemos vivir de espalda a la Santísima Virgen”. Y añadía que debemos de “tenerla siempre en nuestras vidas para reconocerla como Reina Coronada”.

A las cuatro y media, la cruz de guía de la hermandad salía al reducto para tomar la zona alta de la Catedral. La hermandad ha querido organizar una procesión de vuelta que pase por el centro de la ciudad pero que llegara a su barrio a buena hora para que el barrio esperara el gran momento del reencuentro. La Virgen iba preciosa en su paso de palio, adornado con rosas blancas que por mucho que intentan no eclipsaba la belleza de María. La banda de la Oliva de Salteras acompañando con afinación las mejores marchas para la Madre y un nutrido número de hermanos que acompañaron hasta la capilla de los Desamparados. Allí, el barrio esperaba. Parecía que habían pasado tres siglos y ha sido tan solo una semana. Pero a María Santísima de la Concepción Coronada se le echaba de menos. Y no es de extrañar, pues tanta belleza reunida no puede faltar en la vida cotidiana. Jerez era ahora quien parecía pedir paciencia al barrio. Y fue como un maravilloso forcejeo por tenerla, si acaso, un minuto más entre nosotros.

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