El Cristo de Illanes para Jerez
Patrimonio | Jerez
Se cumplen 54 años de la portentosa imagen de un crucificado que cada día bendice al barrio de Federico Mayo desde la parroquia de San Rafael
El matrimonio formado por Manuel Maestre Salinas y María Domecq Díez fueron los garantes de que esta imagen llegara a Jerez
Jerez/En la parroquia de San Rafael hay tres joyas que relucen más que el sol. La Virgen Inmaculada, a la derecha del altar mayor —sometida a un desafortunado repinte— de la autoría de Francisco Pinto Berraquero, el Cristo de la Misericordia de Antonio Illanes Rodríguez y el Señor de la Salud de Fernando Aguado Hernández. Un templo situado en un barrio de gente humilde pero trabajadora que alumbró tres ‘ases’ que habitan entre sus muros sagrados para orgullo de sus vecinos.
Ocupando el altar mayor, un portentoso crucificado que no tuvo nombre hasta que don Juan del Río Martín, siendo obispo de Asidonia-Jerez, le puso una más que merecida advocación: El Cristo de la Misericordia.
La imagen nunca fue cuestionada en su calidad artística. Con tan solo observarlo se advierte la calidad de sus medidas y la perfección de su anatomía. Sin embargo, pocos fueron los feligreses que se preocuparon por su autoría. Todos los que acuden a la iglesia parroquial deben pensar que su cometido lo cumple sobradamente: llamar a la oración y al recogimiento ante la imagen de Cristo crucificado.
El recordado restaurador jerezano Francisco Bazán en un estudio sobre el estado de la imagen llevado a cabo en los primeros años de este siglo, halló la autoría de Antonio Illanes Rodríguez, importante escultor sevillano cuya gubia tallaría imágenes titulares para las hermandades sevillanas de la Paz del Porvenir, la Vera Cruz o el Cristo de las Aguas. Su obra ha regado buena parte de la geografía española. En la provincia de Cádiz, habría que reseñar a Jesús Nazareno de Ubrique y la Virgen de la Amargura de la hermandad del Nazareno de Rota. Mención aparte, la Virgen de los Reyes que se encuentra en la parroquia de San Miguel de Jerez.
En el año 2016, un equipo de restauradores llegados desde Sevilla, interviene la imagen y, fundamentalmente, sanean la cruz. No se tocó policromía. Se cerraron pequeñas grietas detectadas por la dilatación de la madera y se ajustaron los ensambles. Se le colocó unas potencias y una corona de espinas que fue costeada por los fieles y parroquianos.
En Sevilla
Pero ¿cómo llegó esta imagen de un imaginero tan renombrado hasta un barrio como el de San Rafael? ¿Cuál fue la razón? ¿Por qué se elige Sevilla para firmar el contrato de la obra? Un misterio del que muy pocos sabían y que este reportaje pretende desentrañar.
Hay que centrarse en la construcción de la misma parroquia. Un templo que contó con el diseño, en el año 1957, del arquitecto municipal Fernando de la Cuadra Irízar. Las obras duraron hasta bien avanzada la década de los sesenta. La iglesia es amplia y está pensada para albergar a una demarcación eclesiástica también espaciosa. Para una nave de grandes dimensiones, de la Cuadra realiza un altar a la medida. Con un ábside que forma un semicírculo como fondo que una vez construido quedaba demasiado vacío. Necesitaba de una obra de envergadura que llenara el espacio orientado hacia oriente.
La circunscripción parroquial acogía una finca a unos de diez kilómetros que corresponde a la familia Maestre Domecq. El matrimonio compuesto por Manuel Maestre Salinas y María Domecq Díez fueron durante años protectores de muchas obras que “se llevaban con mucha discreción porque era la voluntad de mis padres. Aquello de lo que haga tu mano derecha que no lo sepa la izquierda”, recuerda su hijo Manuel Maestre Domecq. Desde la atención a los sacerdotes —los Padres Paules de la Congregación de la Misión— hasta la compra de un órgano que todavía forma parte del altar. En definitiva un impulso que este matrimonio quiso alentar discretamente para engrandecer a esta humilde parroquia de San Rafael. Así que la idea, posiblemente originada por los religiosos lazaristas, de culminar el altar con la imagen de un crucificado, es retomada por Manuel Maestre y María Domeq. El matrimonio, por aquella época, vivía en Sevilla, lugar donde había nacido Manuel Maestre quien también mantenía su condición de maestrante. Por tanto, conociendo muy bien los entresijos de su ciudad natal, la imagen es encargada a uno de sus escultores más conocidos como era Antonio Illanes. Así que hacia el año 1966, el matrimonio acude hasta el taller del sevillano imaginero para encargar una imagen de crucificado de extraordinarias dimensiones para presidir una iglesia recién edificada en Jerez.
Traslado a Jerez
La imagen, según relatan las notas periodísticas de la época, estuvo finalizada el 7 de mayo del citado año de 1966. Se narra en una reseña del día posterior que “el Cristo va a la nueva iglesia de San Rafael de Jerez de la Frontera. Al solemne acto asistieron el capitán general de la Región y una representación del alcalde de Sevilla, así como numerosos artistas sevillanos, poetas, distinguidas damas y otras personalidades de la ciudad”.
La imagen costó 150.000 pesetas que fueron sufragadas por este matrimonio formado por Manuel Maestre y María Domecq. Y así fue cómo llegaba a Jerez esta gran obra para ser anclado en el altar mayor de la iglesia parroquial hasta el día de hoy.
El profesor, investigador, escultor e imaginero Sergio Jesús Parra Medina, autor además del libro ‘El escultor Antonio Illanes y su producción religiosa para Morón de la Frontera’, comenta que “como soporte material empleó madera de ciprés, que fue la preferida del autor”. Para esclarecer desde un punto de vista técnico esta obra de Illanes, Parra Medina afirma que “dentro del catálogo del artista se trata de su penúltima representación de crucificado, y se contextualiza en la etapa final del creador, una vez regresa a Sevilla tras su estancia en Madrid (1955-1961)”. Añade que “estilísticamente, conecta con el barroquismo de Juan de Mesa y Velasco (1583-1627), quien le marca aún más tras haber ejecutado en 1954 la copia de Jesús del Gran Poder para Tacna (Perú)”.
El Cristo de la Misericordia sigue luciendo su portentosa figura en el altar mayor de la parroquia de San Rafael. No es un cristo muerto en la cruz —carece de la lanzada en el costado— sino que, clavado en el madero, mantiene los ojos abiertos y está orando al Padre desde el calvario. Cada día, los fieles del barrio de Federico Mayo tienen un puente para dirigir una oración a Dios a través de esta imagen que Antonio Illanes tallara y que acaba de cumplir 54 años. Vino para acompañar a los vecinos del humilde distrito. Y para formar parte de una tripleta de imágenes de un gran calado devocional. Gracias a la familia Maestre Domecq que durante tantos años ayudó discretamente con el fin de engrandecer a Dios entre los más necesitados.
Versos para la despedida
Durante la segunda mitad de la década de 1960 el estudio de Antonio Illanes se vio, especialmente, concurrido con la celebración de veladas literarias. Mucho tuvo que ver esta circunstancia con la despedida del crucificado del taller del imaginero. Sergio Jesús Parra Medina, comenta que “precisamente, el fundador de la popular tertulia Noches del Baratillo, Florencio Quintero, recitó un poema al Crucificado de la Misericordia, y por el que podemos saber que cuando la imagen se encargó aún no tenía asignada advocación”. Antonio Illanes recogió lo siguiente en su segundo anecdotario, ‘Del nuevo estudio’ (1967): “El ambiente está confuso y vaporoso. /Florencio Quintero, con un “tinto” en mano como abierto lirio de ofrenda, sale al palenque y suplica orden. / (…) Más que recita, canta y forja con sones de martinete esta antífona de alabanza al crucificado que acabo de tallar para Jerez de la Frontera”. El verso que recitó el poeta sevillano fue el siguiente:
‘AL CRISTO SIN NOMBRE’
¿Qué nombre tendrá la suerte/ de ser tu nombre, Señor?/ ¿Será la palabra amor...o serán dos: Buena Muerte? / ¿Qué nombre irán a ponerte en el Jerez andaluz?/ ¿Cristo de la Vera Cruz, del Perdón, Sangre, Agonía… o por ser de Andalucía serás Cristo de la Luz?
Cipreses jerezanos de ida y vuelta
Alrededor de la imagen del Cristo de la Misericordia existe una historia interesantísima. El inquieto Antonio Illanes dejó escrito en un artículo periodístico publicado en la prensa local de Sevilla bajo el título de ‘Elogio al ciprés’, toda una glosa dedicada a este árbol. Tras hacer un repaso histórico muy bien documentado sobre la conífera, Illanes relata que cierto día un señor se presentó en su taller dispuesto a venderle un cementerio. Se trataba del camposanto de Jerez. Aturdido el artista por tan enigmático personaje, del visitante le informó de que se vendían un buen puñado de cipreses en el antiguo osario jerezano. Hasta allí acudió Illanes y “a ojo de buen cubero”, compró hasta dos vagones de madera jerezana de ciprés que fueron destinados a Sevilla. El investigador Sergio Jesús Parra Medina, afirma que “es muy posible que Antonio Illanes utilizara la misma madera que compró del antiguo camposanto de Jerez y que se trajo para Sevilla, devolviéndola a dicha ciudad en forma de Cristo”.
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