Domingo de Ramos: Alfa y Omega, la llegada y el final

Cuadro de la Entrada Triunfal en Jerusalén.
Cuadro de la Entrada Triunfal en Jerusalén.

En el Domingo de Ramos todo empieza a terminar. Domingo de Ramos que es camino iniciático a lo que está por llegar y que, ya, en mi querido Guadalcacín, se gestó una realidad que cada día va a más. Pero la tradición parte con esa Entrada que se hace escena querida en la mayoría de nuestros pueblos y ciudades. No obstante, a pesar de su personalísima trascendencia no existen demasiados modelos que ejemplifiquen una iconografía no por repetida más interesante. Lo entrañable de la escena representada y su vocación popular, en muchos casos como banderín de engañe de futuros cofrades, suple la poca importancia artística de un pasaje con poca repercusión en la Historia del Arte. Dos obras de dispar naturaleza y distinta significación – iconográfica y semántica – sirven de momento ilustrativo y marcan el alfa y omega de esta representación. En primer lugar, un fresco de Giotto en la pequeña Capilla que Arrigo Scrovegni, el señor de Padua, manda pintar en el centro del anfiteatro romano de la ciudad en 1303.

La figura de Cristo está representada con un realismo impresionante y adelanta, en un siglo el Renacimiento. La representación de los niños es, asimismo, una nota dominante que manifiesta ese sentido de entrañable y cotidianidad. Junto a ella,’La entrada de Cristo en Bruselas’, del belga James Ensor, un enorme lienzo pintado en 1888, en el que se narra como una multitud de máscaras y personajes que dan escolta a Cristo montado en un asno; una obra burlesca que representa una especie de carnaval callejero, llevando pancartas, bandas de música y cortejos de máscaras que rodean la figura de Cristo en una especie de nuevo, especial y expresionista Domingo de Ramos.

Punto fuerte de la jornada lo marca la representación de Nuestra Señora de las Angustias, Hermandad Antigua y Venerable, ofreciendo una iconografía que, además de perderse en la noche de los tiempos, sí presenta un muestrario de imágenes importantes en la Historia del Arte cristiano de todos los tiempos. Se podría decir que, en este caso, lo mismo que en otros muchos, existe una yuxtaposición iconográfica. En primer lugar, se encuentra el grupo de la Virgen de la Piedad; la Virgen con Cristo muerto en su regazo tras haber sido bajado de la cruz. Un tema que parte del siglo XIV y que, desde Alemania, se difunde más tarde por Francia, Italia, los Países Bajos y España. Junto a este momento pasional se encuentra el de la Virgen de los Dolores de la antigua orden Servita, cuya agónica manifestación de dolor se representa con el pecho traspasado por siete espadas. Si bien la iconografía de la Virgen de los Dolores, es el testimonio representativo de la Madre de Dios que ha enterrado ya el cuerpo inerte de su hijo. La historia, en muchas ocasiones, ha fundido las dos tradiciones. Una magnífica pintura sobre tabla, de la catedral de Barcelona, realizada, en 1490, por el pintor cordobés afincado en Flandes, Bartolomé Bermejo, conocida como ‘Piedad del canónigo Desplá o La piedad del arcediano Lluis Desplá’, sirve muy bien como ejemplo pictórico. La escultura ha sido mucho más pródiga. Numerosos son las obras que se podrían poner como referencia a esta iconografía. Me viene a la memoria el nombre de Torcuato Ruiz del Peral, ese magnífico y poco conocido fuera de Granada, escultor del siglo XVIII, que realizó una de las imágenes más emblemáticas y bellas de la Semana Santa granadina: la Virgen de las Angustias de la iglesia de Santa María del Alhambra. Sin embargo, todo queda eclipsado por la suprema maestría de una obra, patrimonio universal y que se venera en la Basílica romana de San Pedro del Vaticano. La Pietá de Miguel Ángel. El embajador de Carlos VIII de Francia en Roma, le encargó, en 1498, un grupo escultórico que sería colocada en la nave de la Epístola de la basílica de San Pedro del Vaticano, una obra de las pocas que el propio artista firmó y de la que se sabe que se encontró especialmente satisfecho. La Virgen es de características jóvenes y rostro bellísimo - simboliza la juventud eterna – recogiendo sobre sus rodillas el cuerpo lánguido, escuálido debido al martirio sufrido, de un Cristo muerto, sin apenas rictus de dolor. Una gran contención expresiva, un recogimiento y un silencio elocuente se observa en una composición piramidal, cerrada y equilátera, de perfecciones absolutamente clásicas. El propio Miguel Ángel, marcaría, más tarde, con este tipo iconográfico nuevas rutas a seguir, con ese concepto de lo “no finito”, que llevaría a la máxima expresividad con la Piedad de la catedral de Florencia.

Además, en Jerez, la excelencia escultórica de dos hitos de la imaginería procesional, el Señor del Consuelo, majestad, templanza, serenidad callada… trascendencia artística y la Reina suprema; quintaesencia de la belleza bajo palio. Lo afirmo con rotundidad y sin que me duelan prendas. La más guapa. Ella no tiene tiempo ni edad. Es página máxima del arte religioso del siglo XX .

Domingo de Ramos, alfa y omega de todo.

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