Hacia el final con el viento como invitado inesperado
Jueves Santo
La jornada cofrade más larga, que deja procesiones en las calles durante casi dieciocho horas, tuvo en el techo de palio de la Virgen de las Lágrimas su principal protagonista.
EL Jueves Santo es una jornada cofradiera que empieza tarde, que se ralentiza en una especie de intento por postergar lo que es un hecho: que el final de la Semana Santa llama a la vuelta de la esquina.
Es una jornada en la que el centro urbano cobra especial protagonismo pues cuatro de sus cinco cofradías parten de intramuros o a unos escasos metros de donde se levantaban las murallas. La único excepción es La Redención, hermandad de barrio, que come kilómetros para cumplimentar su compromiso con el Día del Amor Fraterno.
En lo meteorológico, destacar que ese vientecillo que llegó a la ciudad vino que ni pintado, pues no hay cofrade que se quite de la cabeza esa calorina que hizo heroicas el pasado Miércoles Santo las estaciones de penitencia de las cofradías, especialmente la del Soberano Poder, que debería ir pensando en hacer una transición del terciopelo del capirote a otro tejido más fresco.
El viento de levante, a veces, dejó rachas de mediana fuerza, lo que provocó algún que otro cirio apagado, pero no dejó de ser una contigencia más, quizás un peaje a pagar por la mejor Semana Santa de los últimos dos lustros. El verdadero problema vino cuando la noche ganó la batalla al atardecer y el vientecillo agradable dio paso a una Madrugada de Viernes Santo más fría de lo previsto. Quizás eso motivó una menor afluencia de público.
Las mantillas y los ternos oscuros han entrado en pleno proceso de disolución. A menos que alguien lo promueva, el tradicional tocado español quedará reservado para la Casa Real y las bodas más castizas. Una pena, pero esa es a estas alturas la realidad.
Vayamos por partes. En una Semana Santa cortita en lo que a estrenos se refiere no cabe duda que el estreno del palio de la Virgen de las Lágrimas es, como decimos los periodistas, "noticia de primera plana".
Huyeron los cofrades de San Juan de los Caballeros de los tópicos. Saben cuál es el carácter y la estética de su cofradía, la misma que a muchos no terminó de gustar en su inicios. Conforme el proyecto va dando pasos (el de ayer fue uno de ellos y además agigantado) se puede comprobar que los cofrades estaban en lo cierto y las voces arcanas, una vez más, equivocadas. Enorme, con prestancia, grandioso, con carácter, con hechuras... todos esos adjetivos que en Jerez se resumen en la palabra "empaque" vienen a resumir lo que Las Lágrimas ofreció ayer a Jerez. Por cierto, que ayer fue la última vez que vimos a esta hermandad con una túnica para cada cortejo. El negro de luto y la túnica de cola se impondrán.
La Redención sigue dejándose el alma en cumplir la misión encomendada. Preciosa esa ofrenda que en forma de visita realizan al Hospital de San Juan Grande, aquel Sanatorio de Santa Rosalía al que acudían los cofrades de El Perdón. En lo cofrade, menos nazarenos, asignatura que deberá enmendar la buena gente del Santuario de María Auxiliadora.
Sobre la hermandad de Santo Domingo, destacar el acertado exorno floral, muy acorde con el misterio de la Oración en el Huerto, con mucho verde, metiendo al Señor y a su Angel Confortador en ese Getsemaní por excelencia de la Pasión según Jerez. Sonó con fuerza La Sentencia, dejando su impronta 'senteciera' a pesar de que el Miércoles Santo padeció varias bajas por el calor.
Del Mayor Dolor, poco más decir, que es la joya del joyero más fino de la Semana Santa de Jerez. Enorme, dolorosa inalcanzable en lo místico y en lo bello. Jerezana cofradía donde las haya, fiel a su esencia. Por decir algo, se echó en falta el tradicional manto con el que María Santísima suele llenar los Jueves Santo de esos bordados kilométricos que tejen una de las piezas con más historia, clase y belleza. Fue un pequeño precio a pagar por ver, lo antes posible, ese manto restaurado a cargo del experto Jesús Rosado que ya ha tocado piezas legendarias como el Pendón de los Siete Cuchillos de las Angustias.
De la hermandad carmelita poco se puede decir. Las céntricas calles del barrio del Carmen, donde tienen su sede, se convierten en el mejor testigo para apreciar la solemnidad y la clase de esta cofradía, cuyas insignias son para detenerse en cada una de ellas.
En definitiva, el Jueves Santo no pudo ser mejor antesala de la recta final de la Semana Santa, ya que es una jornada que conecta con el Viernes Santo. Redención, Oración y Mayor Dolor aún estaban en la calle cuando la iglesia de San Miguel abrió de lleno la Noche de Jesús, pero eso es otra historia.
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