Los flojos de las cofradías (III)

EL flojo considera el trabajo un maldición divina, y lo es. Desde que Dios el Señor nos condenó a comer de la tierra con penosos trabajos, el flojo tiene animadversión por las espiochas, las zoletas y, en general, por cualquier tipo de herramienta manual. Es especialmente arisco al almocafre debido a que su cabo corto exige una mayor reverencia de las bisagras lumbares.

El atornillador de batería ha supuesto una revolución en las mayordomías de las hermandades solo comparable a la invención de la fregona para el servicio doméstico. Pues, a pesar de ello, el flojo no quiere ver ni a una ni a otro. Si los ven, se debaten entre la grima y la alergia.

Muchos flojos de cofradías han encontrado, sin embargo, un pequeño elemento -ligero de peso, pero de una enorme utilidad -, con el que pueden practicar su deporte favorito que es darle a la lengua o al bistec.

Se trata del micrófono o alcachofa. En vez de coger el almocafre en su Hermandad y doblarla, lo hacen en una emisora, en la web o en cualquier chiringuito de los que hoy permiten las redes sociales. No todos los periodistas son flojos, que los habrá. Ni todos los flojos son periodistas, porque también existen en otros oficios.

Ni siquiera todos los periodistas son periodistas. De hecho, casi la mayoría de los periodistas no son periodistas, pero tienen micrófonos; y algunos son de cofradías; y algunos son flojos. Conclusión: hay cofrades flojos que llevan micrófono y que son periodistas o no lo son. Y ya no hace falta ni el micrófono, porque sirve el móvil.

Si el flojo del micrófono es además tonto, siguiendo a Robles podremos llamarle el tonto del micrófono. Pero si el flojo del micrófono es listo, incluso puede ganar dinero con el invento.

Este espécimen es extraordinario: se trata de cofrade flojo, es decir, que no trabaja en su Hermandad, pero que tiene micrófono, es decir, se dedica a su deporte favorito que es darle al bistec sobre las Hermandades y además le gana dinero. Un flojo listo…(Continuará)