Misioneros interplanetarios
Diócesis de Asidonia-Jerez
La archidiócesis de Medellín y Asidonia-Jerez mantienen el acuerdo ‘Fidei Donum’ por el que Colombia cede en misión a siete sacerdotes
Jerez de la Frontera/En la casa del cura de San Rafael huele a paella. Faltan quince minutos para llegar a las dos de la tarde y un sacerdote anda entre cazuelas en la cocina. La paellera desprende un olor que alimenta. Él es Luis Carlos Martín y nació en Bollullos del Condado. La vida y su vocación lo llevaron después a San Salvador, capital del Salvador, donde hizo sus estudios de teología para alcanzar la ordenación sacerdotal.
Más tarde llega Carlos Redondo. Con su alzacuello puesto. Es también cura y nació en Valencia. Inmediatamente sentencia que huele muy bien, pero que aquello no es paella. “Es un arroz. Muy rico, pero arroz. La paella valenciana sólo se hace con verduras, arroz, pollo y conejo”. Luis Carlos no hace mucho caso a quien nació en la orilla del Turia y prosigue con sus condimentos dándole forma al arroz, o a la paella.
En un salón contiguo está sentado Jorge Manrique, que actualmente es párroco de San Francisco en Arcos de la Frontera. No es poeta. Más allá José Luis Oca, presbítero procedente junto con Jorge y Carlos de la Archidiócesis de Medellín. Curiosamente con Oca el mapa fue de ida y vuelta. Nació en Jerez y sin embargo se ordenó sacerdote en esta ciudad colombiana. Poco a poco se van sumando más clérimans. José Manuel Arbaiza es uno de ellos y viene de San Salvador, como el cocinero improvisado. Su destino actual está en El Puerto de Santa María. Y Jorge Raúl Cadavid, que procede de Medellín y lleva una parroquia en Rota. Arturo Vásquez Irízar es el párroco de San Rafael y oficia de anfitrión. También salió hace ya algunos años de la Archidiócesis colombiana, aunque nació en Guatemala. Se trata de la comida que cada semana organizan estos siete sacerdotes que se encuentran en la Diócesis de Asidonia-Jerez en misión. “Nos sentimos así; misioneros. Hoy estamos aquí pero mañana podemos estar de vuelta en Colombia, o en África. Donde el Señor quiera”, señala Carlos. Se trata de un acuerdo llevado a cabo desde el año 2010 entre las iglesias de Medellín y Asidonia-Jerez. Las estadísticas han tenido buena culpa de todo ello. Son letales. En Medellín hay alrededor de 1.200 curas mientras que en Jerez no llegan ni a los cien. Don José Mazuelos Pérez, obispo de Jerez, conoció en sus misiones en Colombia antes de alcanzar el solideo a Alberto Giraldo, que era por aquella época arzobispo de Medellín. De ahí que cuando don José alcanza la mitra solicite ayuda a las zonas donde estuvo como misionero y donde las vocaciones no son un problema. Estos acuerdos se denominan ‘Fidei Donum’ y no es otra cosa que “lo que siempre ha hecho la Iglesia dentro de su catolicidad. Somos un mismo cuerpo y no es una rareza -sostiene Redondo-. Así que estamos como misioneros donde nos solicitan, con independencia de donde hayamos nacido o de qué diócesis procedamos”.
Los primeros en llegar fueron Jorge y Carlos. Ahora alcanzan la cifra de nueve. Dos de San Salvador, donde también hay acuerdo para la cesión de estas misiones. Sus funciones, las que sean necesarias para la Diócesis del sur de España. Desde llevar una parroquia hasta dar clases en el seminario, pasando por la dirección espiritual o distintas capellanías de conventos de monjas.
Carlos Redondo, que lleva dos parroquias en Rota, incluso, ahora presenta un programa en televisión. ‘Vaya usted con Dios’, se llama el espacio local. Y vaya que este cura predica con el ejemplo si se tiene en cuenta que Dios le ha llevado más allá del océano. “Adónde sea necesario”, sentenciaba con espíritu abierto.
Vocaciones
Actualmente el arzobispo de la Archidiócesis sudamericana, Ricardo Tobón Restrepo, prosigue con los acuerdos y no sólo son curas, sino también seminaristas los que vienen a prestar servicio apostólico a los sacerdotes. “Seis de los que han pasado por aquí ya están en el seminario de Jerez y quedarán incardinados en la diócesis asidionense –sostiene Arturo Vásquez-. Una realidad que de alguna manera ha ayudado al seminario. Este nuevo impulso parece haber dispuesto a otros seis muchachos con vocación de aquí de la zona y ahora hay doce seminaristas”.
Luis Carlos Martín alerta de que el arroz está listo para comer. Un almuerzo sobrio, pero con sabor; con patatas fritas en pequeños recipientes, aceitunas sin relleno y un poco de pan. También hay limón para el arroz pero eso sería un sacrilegio para el valenciano. Así que nadie se atreve a chorrear el riquísimo plato que ha preparado el cura. Los sacerdotes bromean entre ellos. Carlos Redondo recuerda aquellos tiempos en los que comían poco. Era cuando estudiaban en el seminario ‘Redemptoris Mater’ de Medellín por la mañana y descargaban camiones de ladrillos por la tarde con el fin de ir construyendo el edificio. Estos sacerdotes tienen como común denominador que encontraron su vocación sacerdotal dentro de un mismo carisma de los muchos existentes en la Iglesia y que dan vitalidad a la misma. Se trata del camino Neocatecumenal. Sin embargo, su origen no impide que sirvan a la Iglesia con alegría en cualquiera de las parcelas en las que estén encomendados. “Procedemos de las comunidades neocatecumenales, pero no somos sectarios. Se nos tacha en muchas ocasiones de trabajar para los ‘Kikos’, pero no es así. En nuestras parroquias asistimos a todos los grupos sin distinción alguna. No hemos venido a fundar comunidades aunque reconocemos que es nuestra identidad, el lugar de donde procedemos y nos alimentamos”, sostiene Arturo.
Hoy almuerzan en Jerez. Mañana tocará en Rota o en Arcos. “Allí tendremos un poco más de ojo. Jorge nos llevó la última vez a un restaurante chino donde había mucho ruido y no nos gustó. Tendrá que cocinar en su casa si quiere que vayamos”, sostiene Carlos. Manrique encaja el golpe y responde con una sonrisa entrañable.
Sin mapas
Tras rematar la comida con un sabroso mus de limón, Redondo todavía sigue porfiando con el arroz. “Está muy rico, pero no es paella valenciana”. El cocinero no hace mucho caso y pide permiso para salir a prestar algún servicio parroquial. Los curas no pican ni llevan control de las horas de trabajo. Los hay como en botica. Los que trabajan mucho y los que se tocan la barriga. Si el cura prepara las almas como el arroz, la feligresía está de enhorabuena.
No miraron el mapa cuando decidieron escoger la estola. Son misioneros interplanetarios. Y se les puede encontrar en cualquiera de las parroquias en las que trabajan. Verán que el mensaje de Cristo no entiende de culturas. “No hemos notado distanciamiento alguno de nuestra Colombia natal con Andalucía. Muchos de los conquistadores fueron andaluces y extremeños. Y eso imprime carácter”, agrega Jorge Manrique. Quizá lo del chino no fue buena idea. La próxima, quién sabe si habrá comida colombiana. En Arcos o en Rota. La vianda es lo de menos. Lo importante es tener ese núcleo que les une en esta labor pastoral. La retoman una vez en semana. Y vive Dios que si en otra ocasión hay arroz lo preparará el cura Redondo para que sea paella. La pena es que no habrá motivo alguno para reseñarlo en un reportaje periodístico. O sí. Vaya usted a saber. Los caminos de Dios son indescifrables. Y estos curas saben bastante de todo esto.
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