El paso de las Penas empieza el camino de su recuperación
La Hermandad del Desconsuelo, con el cambio de la parihuela, inicia una importante y a la vez necesaria intervención en las andas de Guzmán.
Durante el pasado fin de semana, la Hermandad del Desconsuelo ha puesto en marcha el proyecto de restauración de su paso de misterio con la colocación de la nueva mesa, que ha implicado el desmontaje del canasto y respiraderos para volver a instalar todo ya con la nueva parihuela. A este primer paso le seguirá, una vez concluya la Semana Santa, otros trabajos más complejos como resanar el canasto, que precisa de una urgente intervención debido a que el mal estado de la antigua mesa ha repercutido en el canasto y en el paso.
Además se acometerá una restauración del dorado, que no nuevo, por lo que este trabajo tratará de recuperar gran parte del antiguo dorado de las andas, que quedó solapado con otro posterior que no llega a alcanzar la calidad del que fue colocado en su origen.
De esta forma, la hermandad de San Mateo entra de lleno en la recuperación del magnífico misterio del Señor de las Penas, una de las piezas más importante que salió del taller del genial Manuel Guzmán Bejarano, y que ha sido postergado ante otras prioridades como los proyectos de restauración de los bordados del paso de palio del Desconsuelo, con la importante obra de recuperación del manto como la obra más emblemática y que acometió la anterior junta de gobierno. Ahora, los nuevos dirigentes de la corporación asumen esta obra que el próximo viernes presentará en un cabildo de hermanos en el que se explicará el proyecto a ejecutar así como todos los detalles.
El misterio de la hermandad se estrenó en el año 1968, en los primeros años en que Guzmán se independizara y abriera su taller, aunque el trabajo se finalizó en 1970. Es de madera tallada y dorada, de estilo barroco. El concepto del paso tiene un aspecto destacado en la iluminación que se distribuye en seis candelabros con guardabrisas que proporcionan cincuenta y cuatro luces de tulipas rematadas con aros repujados y dorados, que el mismo Guzmán Bejarano se ocupó de trabajar al completo.
Las dimensiones de la parihuela son de 245 centímetros de ancho por 495 de largo y 140 de alto. La canastilla tiene un perfil con mucho bombo y unas enormes cartelas rodeadas por unos angelitos en diferentes posturas, cerca de cincuenta. En 1973, en la canastilla y en los respiraderos se colocaron dentro de las cartelas, ocho medallones de plata de ley, obras de Francisco Fernández Barranco.
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