La santa Cena. Leonardo y muchos más

La institución eucarística se nos adelante unos días en Jerez. En nuestra Semana Santa el orden histórico, la sucesión exacta de los hechos acontecidos y muchas otras circunstancias, aquí, sólo se tiene en cuenta cuando hay una Magna concentración gozosa. Cristo se nos murió ayer en las Angustias antes de ser Prendido el miércoles por Santiago. ¡Qué más da! Hoy se encontrará a la Verónica en la Plata, tendrá Sed en la Hoyanca, convertirá el pan y el vino por San Marcos, repartirá Paz por la vera de la plaza de los toros, morirá en el Reducto entre bengalas y su Madre asistirá a todos por la Plazuela.
La Santa Cena ha sido a lo largo de la Historia del Arte un pasaje muy repetido. No podía ser menos dada la trascendencia del hecho. Es una escena, además de la dimensión evangélica que representa, con un gran sentido iconográfico que ha sido repetido por muchos de los grandes. Quizás, el gran Leonardo tuvo mucha culpa de ello. La pintó entre 1494 y 1497, para el refectorio del convento dominico de Santa María delle Grazie de Milán, parece ser que por encargo de Ludovico el Moro. Sólo unas leves notas para marcar su importancia y dejar constancia de su personal concepción estética, plástica y conceptual. El momento que elige Leonardo para su obra es el instante en el que el Maestro acaba de anunciar a los apóstoles que entre ellos hay uno que lo va a traicionar. Lo inesperado de la revelación y su dramática dureza coge por sorpresa a los comensales, que no se lo pueden creer, comentan unos con otros, algunos se ponen de pie y Judas, parece ya sentirse culpable. La figura ambigua de un Juan, siempre lúcido y atento, aparece junto a su Señor, dispuesto a servir de personaje controvertido y a señalar dudas imposibles. Las manos son elementos de máxima expresividad y la composición, estructurada con un rigor geométrico y con un estudiadísimo sentido de la perspectiva, asume un criterio de absoluta perfección. Lo demás el cine y la literatura se han encargado de darle otras perspectivas.
No me resisto a comentar algunas obras con esta representación iconográfica sobre la Última Cena, de mayor originalidad, por la posición de Judas en la escena: la que realiza Andrea del Castagno para Florencia y, otra vez, como ayer, la que hiciera el Giotto para los frescos de la capilla Scrovegni de Padua. En la primera, llevada a cabo para el refectorio del convento de Santa Apolonia, se observa una personal interpretación llena de majestuosidad, con un escenario aristocrático, de ricos mármoles y con unos personajes que adquieren robustez escultórica, manifestando un intenso dramatismo y formulando actitudes distintas y llenas de expresividad. En la obra se plantea, con gran originalidad, la disposición de los personales. Rompe con la tradición y coloca a Cristo y a todos los Apóstoles, menos Judas, detrás de la mesa, mientras que a éste lo sienta solo delante de la misma. Es muy interesante el estudio de la perspectiva, pues dependiendo de la colocación del espectador, se obtiene una diferente perspectiva. Giotto, por su parte, en el gran fresco de Padua, también realiza una interpretación original de pasaje, situando la escena es un curioso escenario arquitectónico, con los Apóstoles, aquí, alrededor de una mesa, disponiendo, por tanto, algunos de ellos de espaldas al espectador. Muy original es, asimismo, el gesto cariñoso de Jesús hacia San Juan, acogiéndolo entre sus brazos. El Maestro no aparece en el centro, sino en un lado de la mesa, algo escorado. A Judas se le representa, de espaldas, en el ángulo izquierdo, vestido con una túnica amarilla.
El pintor del Duecento sienés Duccio di Buonisegna realizó un gran retablo para la nueva catedral. Se trata del gran Retablo de la Maestá. En su cara posterior se encuentran una serie de cuadros con escenas de la pasión, entre ellas, aparece una Última Cena, en la que junto, a los todavía, resabios de la pintura bizantina, se observan algunas peculiaridades que adelantan los grandes momentos de la pintura italiana renacentista. En ella, nos encontramos a los Apóstoles circundando una mesa, pero con alguno de ellos sentados en el suelo.
Los ejemplos pictóricos de este pasaje son múltiples y se han repetido a lo largo de la Historia del Arte. La escultura no ha sido tan pródiga, salvo en la imaginería procesional. En ella existen muchos ejemplos, de muy dispar naturaleza. Nosotros, afortunadamente poseemos un conjunto que es de los más interesantes y donde las manos de un Ortega Bru imponen un ideario estético que después se ha repetido con bastante poco acierto por los que tienen poco decir y se aferran a lo bueno de los grandes.
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