Cuando el tiempo diluye sus fronteras

Hubo un Jueves Santo que relucía más que el sol junto con otros jueves de esplendores devocionales. Hoy este Jueves casi sólo es recuerdo de un tiempo que se fue. Resisten ciertas tradiciones que perduran luchando con tiempos de sumo prosaísmo. Sin embargo, sigue siendo día grande de nostalgias asumidas y expectativas recobradas. Historia de una época que se diluye en una vorágine de vacacionales huidas playeras para quedar sólo en mínimos reencuentros emocionales que por la Alameda de Cristina, aquel Campo de San Sebastián del que sólo el gran Pepe Castaño sabe de su vieja identidad y recuerdo.
Jueves Santo con sagrarios abiertos para una sociedad de espaldas, a la que sólo mueve simples pasajes llevados al compás de pasos costaleros y bandas estrellas de ciudades vecinas. Modas espurias que poco tienen que ver con una oficialidad religiosa con mucha distancia de por medio y con perspectiva de púlpitos inaccesibles. Tarde de vísperas que se hace corta presintiendo una noche de muchas emociones y mucho desasosiego tangente a lo que se representa. Tarde del Dolor, antigua hermandad de un Jerez viejo que perdura a pesar de todo. Mayor Dolor de historia popular, profundidad doliente y exhuberancia expresiva. La Virgen del mayor Dolor es una imagen excelsa a la que la historia reciente y los derroteros existenciales no han hecho justicia, uno de los hitos de la imaginería procesional; un tratado de escultura donde el barroquismo llega a un punto excepcional, lejos de la contención que hizo grande el genio de Montañés.
Jueves Santo de gestos históricos y de grandes momentos escultóricos. Crucificado de la Esperanza, cima de la imaginería cristífera, que alcanza, aquí también, un máximo barroquismo en una escultura de importancia extrema en el discurrir artístico de una Semana Santa con muchas luces antiguas e infinitas sombras nuevas. Jueves Santo de gestos cofradieros que se evidencian en una hermandad que marca las rutas del auténtico rigor penitencial y ejerce su función de culto público a una imagen con sobriedad, belleza y mejor sentido cofradiero: Sagrada Lanzada. Jueves Santo de exquisiteces, de formas perfectas, de yuxtaposiciones estéticas, donde el añejo sabor de la gran escultura de siempre se mezcla con los modelos nuevos de un arte, que alcanza desarrollos de buen hacer imaginero con el binomio Jacinto Pimentel-Luisa Roldán, con la marca importante del mejor Vasallo. no ofrece dudas y marca importantes distancias, el mejor Vasallo se nos presenta en una imagen de Jesús Orando en el Huerto que transcribe una de las mejores páginas de la historia artística de la imaginería contemporánea. Y, además las rutas que hoy se imponen en los modernos esquemas de una Semana Santa con muchos registros nuevos como los que impone la Hermandad de la Redención. Y como punto final de la jornada, Humildad y Paciencia, cofradía que aglutina un ayer histórico en el Cristo y un mañana que, ya, se sabe esplendoroso, en las imágenes de la Virgen y San Juan.
Jueves Santo, anuncio de una Madrugada que, en Jerez no existe porque ella es la verdadera Noche de Jesús; esa entelequia de imposibles posibles; presencia nazarena de un Jerez que es frontera diluida en una historia de pueblo pueblo y que es eterno discurrir de una existencia, ya, sin fronteras. Largas filas de mujeres nazarenas; anónima manifestación de una realidad doliente que sabe por qué cubre su rostro. Hermanas de Jesús, mujeres llenas de historia y de historias; mujeres de verdad ajenas a los tontos discursos de un tiempo con pobres planteamientos dictados por inconscientes perdedores de lo que es auténtico.
Noche de Jesús que se despereza en San Francisco con otro Jesús imponente en un caminar de blancos nazarenos silenes. Contrapunto de serenidad con ese otro que llega, sangrando de dolor desde Picadueña; un desgarro que impresiona. Noche de Jesús que se abre a una Muerte Buena desde Santiago y que por San Miguel muestra la cara exacta de la seriedad caminante. Santo Crucifijo de la Salud que es obra de máximos. Alfa que no es Omega de una iconografía de perfiles variados. Esencia de las formas cofradieras que diluyen los contornos del tiempo y marcan los ejemplos a seguir. Noche de Jesús que es la realidad convertida en imposible manifestación externa de sentir popular. Noche de verdes que florean por la Plazuela. Lo dije una vez bien alto: ‘Esperanza de Jerez, el verbo hecho carne de belleza; lo exquisito argumentando su tesis de emociones compartidas. No hay reveses ni contracorrientes. En Ella todo es verdad; es estrella en la negrura; justo clarear de un día enlutado. Ella es esperanza; dulzor trasminado de esencias satinadas. Ella es la suma esperanza’. Es la Noche de Jesús, esa en la que Jerez vuelve a ser pueblo grande, viejo en sabiduría, esencia eterna de una verdad que no tiene límites. Noche de Jesús, en Jesús y por Jesús.
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