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Dolor infinito y desamparo en el punto cero

Terremoto en nepal

El seísmo se ensañó con el distrito de Shindupalchok, un pequeño valle en las faldas del Himalaya.

Un hombre reza en el interior de una improvisada tienda de campaña después de que su casa se derrumbase en Baluwa, en el distrito de Gorkha.
J. L. Paniagua (Efe), Chautara

02 de mayo 2015 - 05:01

Mientras el mundo se enteraba del horror del terremoto en Nepal por los ojos de Katmandú, en las faldas del Himalaya el dolor se extendía como un epidemia bajo toneladas de barro y piedras desmoronadas que acabaron con la tercera parte de los vidas que hoy se cuentan como muertos en el país.

El terremoto se ensañó con el distrito de Shindupalchok, un pequeño valle en las faldas del Himalaya donde se registraron un tercio de los fallecidos según fuentes oficiales y al que ayer empezaba a llegar la ayuda en forma de sacos de arroz, un alimento que a algunos les sació el desconsuelo y la sensación de abandono.

Lejos de la carretera principal de la comarca, a su paso por lo que queda de la localidad de Harre y bajando por una colina abrupta y dentada, está la casa de Kumar Tamang, un albañil de 26 años que el sábado se encontraba en Katmandú cuando ocurrió el terremoto.

Su padre le llamó el domingo para que volviera porque su hija de nueve años y su hijo de cinco habían quedado sepultados bajo la casa. Logró regresar dos días después, a tiempo para ver cómo el abuelo era capaz de recuperar los cuerpos de los pequeños y despedirse de ellos cumpliendo el rito hindú con una pira funeraria que apagó ayer. "Su madre está en Kuwait, no lo sabe. Se lo diré pronto", dijo a Efe Kumar.

Como él, cientos de nepalíes han ido recuperando los cuerpos de sus seres queridos arrancándoselos a los escombros, a veces con ayuda de algún equipo de rescate chino o alemán; en la mayor parte de los casos solos.

El valle de Shindupalchok es un rico microclima agrícola donde brotaban radiantes los campos de trigo frente a casas hoy molidas como galletas pisoteadas o convertidas en casas de muñecas a escala natural que muestran el dormitorio, la cocina y la salita al mirar a una fachada que ya no existe.

En Chautara, la capital del distrito, el vuelo de los helicópteros zumba en el campo abierto frente al hospital general, que contempla un precario campo de refugiados donde empezó a llegar ayer la cooperación internacional. "Somos 26 médicos y técnicos y vamos a abrir un hospital con servicio completo de cirugía", indica Olaf Rosset, coordinador de un equipo de la Cruz Roja noruega mirando a las montañas circundantes, donde nadie duda de que solo esperan cientos de muertos y heridos.

El mayor Deepak del Ejército de Nepal, encargado del distrito, indicó a Efe que en allí han muerto 2.194 personas y tienen registro de 700 heridos de gravedad.

Al preguntarle qué estima el Ejército que puedan encontrar en las casas dispersas y minúsculos poblados a los que no llegan las carreteras y solo se puede arribar tras horas de caminata a pie, en caballo o en yak, responde: "Puede haber más de 2.000 muertos".

El número global de víctimas sigue subiendo, con más de 6.200 muertos y 14.000 heridos, al igual que la preocupación por la magnitud del desastre en las aldeas más remotas, a las que todavía no se puede llegar seis días después del seísmo. El Ministerio del Interior nepalí situó elevó ayer a 6.204 el número de fallecidos y a 13.932 el de heridos, con 1.106 muertos sólo en la capital, Katmandú, el área más accesible para los equipos de rescate y donde la ayuda humanitaria se distribuye con mayor facilidad.

La responsable de Naciones Unidas para las emergencias humanitarias, Valerie Amos, dijo en su cuenta oficial en Twitter que "es desgarrador ver aldeas enteras en la cresta de las montañas destruidas. Es casi imposible llegar hasta ellos".

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