Varios estudios desmontan prejuicios sobre inmigración y sistema sanitario
Salud pública
Las condiciones económicas y laborales con que se encuentran suelen empeorar la salud de la población extranjera. Consumen menos servicios hospitalarios y menos fármacos.
En Salud Pública se ha considerado siempre un mantra que tu código postal determinará tu salud más que tu código genético. Las desigualdades sociales en salud son aquellas diferencias en salud injustas y evitables entre grupos poblacionales definidos social, económica, demográfica o geográficamente. La peor salud de los colectivos socialmente menos favorecidos es el resultado de su menor poder político, económico y social, peores condiciones de vida, de trabajo, de espacios y saludables, y menores oportunidades y recursos relacionados con la salud.
El último número de la revista de la Sociedad Española de Salud Pública aborda la salud de la población inmigrante que reside en España. Un estudio en el que han participado varias instituciones, amparadas en el Subprograma Salud e Inmigración del Centro de Investigación Biomédica en Red de Epidemiologia y Salud Pública, ha abordado cuestiones importantes de este ámbito.
Según sus conclusiones la población inmigrante está expuesta a peores condiciones socioeconómicas que la autóctona y parece presentar mayores problemas de salud mental y peor percepción de salud, sobretodo en mujeres y a mayor tiempo de estancia, a pesar de una menor prevalencia de enfermedades crónicas.
Además, otro estudio presentado a la par constata que en inmigrantes se observa menor utilización de la atención especializada y mayor de las urgencias, así como determinantes del acceso distintos a la necesidad. En los últimos años el perfil de la población de España cambió de manera considerable, pasando la población extranjera del 1,6% del total de la población en 1998 al 11,7% en 2013.
Proviene prácticamente de todas partes del mundo, con algo menos de la mitad procedente de países europeos y un predominio de Rumania, Marruecos, Reino Unido, Ecuador y Colombia, como países de origen.
Este cambio ha configurado una nueva realidad sociodemográfica con una diversificación de la población y sugiere la necesidad de adaptar los servicios de salud. En general, la población emigrante a su llegada al país de destino suele presentar un buen estado de salud, el denominado efecto del inmigrante sano. A pesar de esto y de que las necesidades de salud son comparables a la población autóctona, los estudios internacionales muestran que con el tiempo su estado de salud tiende a asimilarse al grupo socioeconómico equivalente de la población autóctona. y, por tanto, puede ser susceptible de desarrollar un peor estado de salud.
Este riesgo se relaciona con el bajo nivel socioeconómico, la insuficiente adaptación de los servicios que da lugar a barreras de carácter económico, lingüístico y cultural o restricciones legales al acceso.
Respecto a su estudio como usuarios y usuarias del sistema sanitario, los estudios que compararon la utilización entre la población inmigrante y la autóctona mostraron diferencias en algunos de los niveles asistenciales, menor uso de atención especializada y mayor uso de urgencias, mientras que en AP no hubo diferencias y en la hospitalización no fueron concluyentes los resultados.
En mujeres, la realización de pruebas preventivas en salud (mamografía o citología vaginal) fue menor en las inmigrantes que en las autóctonas. En el análisis desagregado por procedencia, también se observó un menor uso de las mujeres inmigrantes.
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